El partido de los buenos

El partido de los buenos

JULIO CÉSAR CASTAÑOS GUZMÁN
Debe ser una gran tentación para los que se creen buenos cuando deciden segregarse de los malos y constituir una agrupación política donde los malvados no estén. Quizás porque los buenos no son tan buenos, los malos se la pasan tan bien, ya que, no se esfuerzan en aparentar lo que no son, y que posiblemente nunca serán. Ciertamente que todos podríamos ser malos o buenos, una vez somos buenos y malos a la vez, que no buenos; pero, malos.

Así como hay postreros que serán primeros y primeros que serán dejados de último, hay buenos que terminan malos, y malos que concluyen de buenos, en tanto no eran los malos tan malos ni los buenos tan buenos.

Wilde, un buen escritor -que terminó muy mal-nos asombra con su pequeña novela «La Santa Cortesana», donde Mirrina se arrepiente de su vida de concupiscencia por la predicación del eremita Honorio; mas, el asceta queda perdido por la belleza de la mujer pública transformada en santa. Misteriosa transferencia que nos llena de estupor y nos asusta.

No sé que me pasa-diría el Apóstol Pablo-que no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero; mas no soy yo, es el pecado que habita en mí.

Muchos siglos antes de que la Democracia Cristiana se desbarrancara en Italia durante la pasada centuria, Cicerón fracasó en Roma con El Partido de los Buenos, porque las dificultades para agrupar a los buenos de alguna manera están sugeridas en la diversidad de la fauna pasajera embarcada en la nave que surcó las torrenteras diluvianas.

El Arca de Noé llevaba de todo: leones y gallinas; sierpes y vacas; tigres y caballos. Escorpiones y mariposas; lobos y ovejas. Nadie sobra, todos merecemos salvarnos en el diluvio de la vida, aún cuando por el arcoiris sabemos que el mundo no se acabará con agua. Ahora bien, con el fuego sería otra cosa. Hoy también el mundo lleva de todo cual faunía de diversos y notables pecadores. Una comunidad de malos que necesita ser redimida por un acto de misericordia, porque, ha dicho con mucha propiedad un gran isabelino que: si los hombres fuésemos tratados conforme a nuestros merecimientos, cuando menos todos seríamos merecedores de una paliza.

Ante los desafíos que plantea la modernidad en los asuntos públicos, estamos precisados -ha dicho Benedicto XVI-de un consenso ético para participar transversalmente en la política, es decir, cada cristiano en el partido que le haya correspondido conforme a sus circunstancias y simpatías (aunque sea de izquierda). Ser un poco de levadura para que la masa se transforme.

Nuestra clase política cuestionada en todos los ambientes, podría alimentar este acuerdo ético como sustrato de esperanza, en el ejemplo del fariseo y la pecadora arrepentida. La mujer que por el mucho amor que demostró sus muchos pecados le fueron perdonados; pero, aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor.

Todos necesitamos ser perdonados, para de nuevo comenzar, y subir sobre el pedestal de los inicios, abrevando en el caldo de los penitentes. Potaje del que ya han bebido tantos otros: María Magdalena, Dimas (el buen ladrón), etc.

Ya dice el Evangelio que los publicanos y las prostitutas nos precederán en el Reino de Dios. Y no nos sorprendamos, ya que, conforme le cuenta Don Quijote a Sancho Panza, Dios hace salir el sol para los buenos y los malos.

Para los políticos es tiempo de firmeza y templanza… de diálogo entre las culturas. Precisamos de un propósito ético para que la democracia no termine avasallada por la corrupción; y que la vida escandalosa de nuestros hombres públicos no termine por desacreditarlo todo. Es que el pecado habita bajo una máscara pintada para ocultar el oprobio de su cara podrida y la propia muerte está cubierta de vergüenza.

El policía Caamaño, oficial de los cascos negros, es el mismo que termina como el mítico Coronel de Abril que se casa con la gloria; y, el Balaguer de los Doce Años, ya antes repudiado en enero de 1962, es el estadista que hace el magnífico gobierno de los últimos diez años, para concluir admirado y respetado.

En el mundo borgiano el tema del traidor y del héroe es más que recurrente, cuando el mismo individuo que concurre a la batalla hace de traidor en la mañana y termina como héroe por la tarde. Es que en el esquema de las paradojas de la condición humana el malo de hoy, podría ser el bueno de mañana y viceversa. Y tremendo es el reto para que los buenos siempre sigan siendo buenos

Finalmente, lector, deseas para salir de esa tibieza que te mata, ¿adherirte a los traidores que finalizan como héroes?, ¿O ya eres un falso héroe, que terminará como traidor?

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