El partido único

El partido único

Es una negación de la Democracia. Una perversidad. Lo contrario al sistema de gobierno preconizado por Monstesquieu donde los poderes del Estado están divididos en tres segmentos: Poder Legislativo, hace las leyes; Poder Ejecutivo, las hace cumplir; y Poder Judicial, las interpreta y sanciona.

Los tres poderes se articulan armoniosamente, conservando su independencia en el ejercicio de sus funciones, creando un sistema equilibrado de pesos y contra pesos que garantiza el Estado Social de Derecho, la estabilidad y el fortalecimiento institucional en beneficio del pueblo soberano, de donde emanan todos los poderes del Estado. Se legitima su representatividad por elecciones libres y democráticas.

El sistema asume la virtud como supremo bien. Si la moralidad falta y en carácter de la clase dirigente y la conciencia ciudadana se debilita, se corrompe o es corrompida, el sistema falla en su esencia, la democracia no existe.

En un sistema democrático donde prime la pasión por el mando, no el interés de servir a los demás; el dominio hegemónico que controla todos los poderes del Estado concentrados en manos del gobierno, la cúpula partidaria o su líder indiscutible; donde las leyes no responden al fortalecimiento moral e institucional, a la igualdad y bienestar general sino a intereses políticos coyunturales. O son incumplidas o violadas sin consecuencias, y no exista un frente opositor consolidado capaz de detener ese estado de cosas, se puede afirmar que la democracia no existe, solo en papel. “Se puede dar la nación por perdida.”

En la Poli-tertulia de los jueves, un animado y selecto grupo de intelectuales aficionados a la política trata con idílica pretensión de mejorar al mundo y solucionar mediante el análisis y el debate libre de las ideas, la situación política local y la gravedad de los problemas que nos acosan.

El tema del Partido único, y la inmigración, el Plan Regulador y sus orígenes fueron esbozados con sobriedad y lucidez por José Israel Puello y debatidos a fondo. Hubo consenso del peligro de un Partido único y el asomo de una dictadura que sin duda existe y no debe menospreciarse; tampoco exagerarse, pues no se corresponde con el tiempo ni ha sido el carácter propio del peledeísta, reeditar sangrientas y despóticas dictaduras.

Al decir de Gregorio Marañón, el dictador pasa por tres fases, estando este en la etapa inicial, donde el “nuevo jefe” carece aún de fuerza propia organizada, pero se da al pueblo que acoge con simpatía y esperanza toda novedad política.

En la segunda etapa, (reelección) no basta su magnetismo personal; el jefe debe justificar la expectación, (“hacer lo que nunca se ha hecho.”) Responder con grandes obras y actos de gobierno fuera de lo común, “la persecución de los que le precedieron, el revocamiento de viejo orden.” ¿Fin de la impunidad y la corrupción?) No será tarea fácil, como enfrentar la creciente ola de descontento, hostilidad, acosamiento y “calumnias” de sus adversarios.

Si apuesta a la violencia y la represión, y no a la mediación, entraría en la tercera fase final.

“Inevitablemente, toda dictadura, como toda revolución, termina en un tajo histórico.” El tinglado del poder que se creía eterno, se desploma, antes de lo esperado.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas