El patricio no tiene quien imite su gran sacrificio

El patricio no tiene quien imite su gran sacrificio

A estas horas, muchos estarán acicalándose para acudir al Altar de la Patria a depositar ofrendas (y ofensas) en la tumba del patricio Juan Pablo Duarte. Consumarán así, una vez más, el rito de cada año para esta fecha, en la que se conmemora el natalicio del forjador de nuestra nacionalidad.

Entre muchos de los concurrentes estarán ausentes los principios que impulsaron a este hombre al sacrificio libertario. Otros balbucearán, si no les traiciona la memoria, algunas frases del ideario duartiano, del estatuto trinitario, y sentirán que han pagado un tributo, que han cumplido una especie de “promesa”. Una posición de Estado siempre obliga a estas poses, a estar pero no ser.

La liberación del país del yugo haitiano, obra consustancial a la vida de Duarte, es un suceso irrelevante para muchos y no les inspira a mantenerse en guardia, a defenderla. Ya los políticos no recitan, y mucho menos practican, aquel ideario,   ni siquiera cuando les sorprende  el más encendido arranque de demagogia.

En los hechos y en derecho, el ideario ha pasado a ser letra muerta, a pesar de que un dominio haitiano, de otro estilo pero dominio al fin, amenaza nuestra  integridad, nuestra soberanía nacional. Hoy ese ideario no vibrará en los pechos, pues el patricio no tiene quien imite su sacrificio.

 

Repartir culpas no es el remedio

La Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) ha echado sobre el Ayuntamiento del Distrito Nacional la culpa por la ocupación de las calles. Hay en esto una razón a medias, pues si bien es cierto que el Ayuntamiento, sediento de ingresos, autoriza paradas del transporte donde no debe, también es cierto que AMET evade una responsabilidad al aceptar esto como bueno y válido. Más de una ley y más de una resolución prohiben que se obstaculice el tránsito y regulan el estacionamiento.

A los policías de tránsito les corresponde poner el orden y hacer que la circulación de vehículos tenga la fluidez necesaria, y esto se cumple con mucho celo en algunos casos, pero en otros se escurre el bulto. Si AMET actuara en base a lo que manda la Ley de Tránsito estaría haciendo el papel que le corresponde porque, ciertamente, los ayuntamientos, no solo el del Distrito Nacional, violan sus propias reglas por buscarse unos pesos. No es cuestión de repartir culpas, sino de aplicar la ley.

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