El patriota del siglo XIX frente al apátrida del siglo XXI

El patriota del siglo XIX frente al apátrida del siglo XXI

Cuando la población dominicana apenas superaba los cien mil habitantes en el siglo XIX, se escenificaron emocionantes actos de patriotismo para garantizar la dominicanidad, aplastada primeramente por los haitianos desde 1822 hasta 1844 y luego un período de guerras hasta 1856. Pocos años después los españoles retornaron al país y desde 1861 hasta 1865 sufrieron toda clase de humillaciones con derrotas increíbles para marcharse hacia Cuba.

Esa escasa población dominicana del siglo XIX se revistió de valores morales y patrióticos de increíble valentía, y pese a la escasa cultura, pero apoyados por los intelectuales encabezados por Juan Pablo Duarte, sembraron en la mente de la escasa población los valores del nacionalismo que los impulsó a enfrentar a los invasores haitianos para expulsarlos en 1844 y darle inicio a la guerra patriótica contra ellos que finalizó en 1856 con los dominicanos perdiendo unos cuatro mil kilómetros cuadrados de su territorio, que le fue reconocido finalmente en 1929.

Pero la alegría dura poco en la casa del pobre, y unos dominicanos atemorizados por la amenaza latente de los haitianos de reiniciar de nuevo sus invasiones, inconsultamente decidieron anexar el país a España en 1861 y dando inicio en 1863 a una rebelión patriótica de esa escasa población, que para 1865 había expulsado a las fuerzas españolas hacia Cuba y Puerto Rico.

Lo increíble de la odisea de los dominicanos del siglo XIX es que siendo un grupo poblacional relativamente pequeño, que no superaba los 200 mil habitantes, supieron defenderse frente a ejércitos más numerosos y mejor armados, con tan solo contando con la improvisación y el valor aguerrido de defender el territorio, que ya era de nuestros antepasados, desde las extensas llanuras del Este y del nordeste así como las ubérrimas montañas de espesa vegetación y ricos suelos del Cibao, que le daba derecho de propiedad de algo que ya les pertenecía.

Nuestros antepasados del siglo XIX escribieron páginas heroicas y de responsabilidad patriótica, que ahora en este siglo XXI nos debería dar vergüenza que, con diez millones de habitantes, estamos sin rumbo y casi a merced que otras naciones impongan sus planes de unificación isleña en un futuro cercano. Las presentes generaciones ni siquiera se acuerdan de las enseñanzas duartianas, ni la historia de los antepasados, que inferiores en número a los haitianos y españoles, supieron hacerle morder el polvo de la derrota en numerosas batallas, expulsándolos y garantizando una nacionalidad que parece ser solo era idea de Duarte que la defendía y la promocionaba.

Ni se diga de la responsabilidad y valentía dominicana en el siglo XX cuando supo con hidalguía afianzar el suelo patrio enfrentando con valor las huestes norteamericanas de 1916, y luego, en 1965, se vivió una guerra patriótica de imborrables hazañas, ya que la mayoría de las generaciones participantes están vigentes y dan fe del valor dominicano.

Las presentes generaciones se han olvidado de esos valores, prefiriendo perseguir los beneficios que ofrece el capitalismo, que con su abundancia de oportunidades son aprovechadas con mayores ventajas de las posiciones públicas, desviadoras de fáciles y mal habidas riquezas para darle las espaldas a aquellos valores morales que fugazmente perduraban en el ambiente, que nadie les hace caso aplastados por el afán de lucro de vivir bien. El país vecino de occidente, aguijoneado por potencias amigas que no quieren ver a los haitianos en sus territorios, nos amenaza con una invasión pacífica ya en marcha, que nos coparían en pocas generaciones si se pierden definitivamente aquellos valores del nacionalismo similar al de la escasa población del siglo XIX que supo hacerlo valer enfrentando a ejércitos bien armados, mucho más poderosos, derrotándolos y consolidando el derecho dominicano de poseer un país soberano.

Los valores patrióticos, que caracterizaron a nuestras generaciones de hace dos siglos, están ausentes de las presentes generaciones que ahora cambiaron esos valores por la persecución de lo que le vende el mundo de occidente del disfrute hedonista de la vida, y para lograr tales metas, no importa las vías para llegar a ellas, aun a costa de la dignidad y de la honestidad, arruinando todos aquellos valores que una vez recibieron en sus hogares, ahora la mayoría destruidos por el modernismo del siglo XXI.

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