El pecado en la iglesia

El pecado en la iglesia

En la carta a los  Gálatas (6:1) Pablo establece que el objetivo principal de la iglesia ante el pecado de un hermano debe ser la restauración.

El texto da la idea de un cuerpo con huesos dislocados y que deben ser recompuestos con cuidado, delicadeza, ternura y comprensión; sin que se produzca otro daño mayor.

En la restauración no se debe usar la aspereza del policía ni la rectitud del juez.

Cristo dijo que el buen pastor dejó las 99 ovejas y se fue tras la extraviada. Dios mismo colocó a un lado todo lo que tenía y se enfocó en salvar al hombre pecador, perverso, testaruda y malo.

“Con espíritu amable”, dijo Pablo. Es una declaración profunda. La amabilidad de la que se habla aquí es una actitud producida por el Espíritu Santo. Este fruto impide hacer uso de  una autoridad excesiva, abusiva y prepotente.

No se puede tener malicia o mala intención en la corrección.

El apóstol dice que debemos ponernos en el lugar del pecador.

Cristo lo hizo primero. Él tomó nuestras debilidades y murió por ellas.

Pablo recuerda que tenemos un cuerpo corrupto, pecador e inclinado al mal.  Es duro decirlo, pero es en la iglesia donde encontramos las más bajas perversiones humanas.

En Corintio, Pablo se encontró con un joven que vivía con la mujer de su padre. Y Ananías y Safira se pusieron de acuerdo para engañar a los apóstoles y a todos los hermanos hablando mentira.

Es que aquí tenemos hipocresía, hombres corruptos, ambiciosos, falsos y engañadores.

El doctor J. Vernón MacGee dice que los dos lugares más peligros del mundo son la escuela y la iglesia. En las cartas paulinas se advierte mucho sobre esto.

Somos salvos por gracia, no por perfección.

 

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