El pecado original

El pecado original

La sociedad dominicana, hoy más horizontal y velozmente informada que nunca, ha asistido no sin una fuerte carga de sonrojo y vergüenza, a un cambalache sin nombre en el presente proceso electoral.

¿Cuándo y cómo se desató este transfuguismo, que no ha dejado de sorprender? ¿Empezó en la prima noche de aquel sábado 14 de noviembre, cuando bajo la penumbra que envolvía al Palacio Nacional el presidente Leonel Fernández amarró un acuerdo para atraerse al gobierno al hasta entonces diputado perredeísta Rafael Calderón?

(“¡Calderón, Calderón, pásame los papeles, Calderón!”, parecía resonar aún  la voz de Hipólito en los spots peledeístas contra el PRD, el mismo Calderón que hace apenas dos años era ¡el primera base del PPH! satanizado por el PLD como la inteligencia del equipo responsable de todos los males pasados, presentes y futuros del país).

Que Calderón fuera presentado al país hace apenas dos años como un engendro del mal por el presidente Fernández que ahora lo abraza, lo ensalza como un patriota  y lo postula como senador por Azua, debe decirnos que esto no es tan coyuntural ni tan superficial como pudiera parecer.

Esta casquivana mudanza de ropajes y colores va más allá del dossier Calderón. Puede uno arriesgarse a pensar que quizás sea por la orfandad que dejó en el escenario político la desaparición física de José Francisco Peña Gómez, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, quienes con liderazgos bien diferenciados mantuvieron las lealtades y sublealtades de sus respectivos partidos.

Que es “la guerra de los 6 años”, pueden simplificar otros en alusión a las angurrias que desata el largo período de los que resulten electos. O que quizás sea la debilidad en la normativa electoral, adrede dilatada por el gobierno y el Congreso del PLD.

Pienso sin embargo que este carnaval  de disfraces que mutan de colores, banderas, espejitos y blimblines (sonajeros de reaggetoneros, dice A. L. Mateo -y diablocojuelos, agrego yo)  provienen de algo más profundo, como de un envenenamiento casi letal del alma nacional.

A este tráfago tan pecaminoso y copioso, sólo podemos encontrarle explicación en una formidable quiebra de paradigmas, una ruptura de los espejos desde los que nos reconocíamos utópicos y ‘enamorados de un puro ideal’.

Esa fractura la produjo el Frente Patriótico firmado por Juan Bosch-PLD y Joaquín Balaguer-PRSC en 1994, fractura que borró las diferencias políticas e ideológicas entre una buena parte de los abanderados hasta entonces de valores éticos, y los cultores de un neo trujillismo pragmático sin otro presupuesto que el poder político y económico, que ha terminado cooptando a los primeros.

El transfuguismo de hoy replica ese sisma devastador que fue el Frente Patriótico para la política dominicana, en la que vemos hoy los símbolos del Estado convertidos -en manos del PLD- en una sórdida feria de mercaderes y tahúres, y escuchamos a estadistas del PRD afirmar sin el menor recato que “el poder es para usarlo”, o a pretendidos guías revolucionarios también del PRD- enrostrarnos en la cara que un político pobre no es más que un pobre político. Ese pecado original, generador de aquellos polvos, trajo estos lodos.

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