Ortega y Gasset decía que, a pesar de la opinión de algunos pacifistas, las guerras han sido a lo largo de la historia, fenómenos sociales consustanciales a la existencia humana. Y no le faltaba razón en su exposición, porque ciertamente desde épocas inmemoriales, la conformación y cambios, tanto en la geografía física como política, se han operado a través de enfrentamientos y eventos bélicos entre pueblos y naciones.
Aún así y pese a diferencias económicas, étnicas, religiosas y políticos, así como de los insolubles conflictos armados y de hegemonía imperial, la búsqueda de la paz y la tolerancia siempre es un anhelo admirable, por lo que impone una lucha ardua e irrenunciable para conseguirla, venciendo obstáculos e incomprensiones.
Por ese imperativo trascendente mueve a gran preocupación la amenaza que se cierne sobre la paz mundial con las hostilidades bélicas en torno a Siria, a raíz de muertes masivas que son atribuidas al uso de cloro y el letal gas sarín, como parte de la lucha entre el gobierno y grupos rebeldes de esa nación.
Aunque el ataque con misiles a Siria dispuesto por el presidente estadounidense Donald Trump busca disuadir al régimen del uso de gases altamente tóxicos en perjuicio de la población civil, la incursión dirigida por tierra y mar ha provocado un estremecimiento y temores a nivel mundial.
La inquietud gira principalmente ante la posibilidad de que Siria pueda ser esta vez el detonante de una acción bélica a gran escala, ya que el presidente ruso Vladimir Putin, principal aliado del gobernante autoritario Bashar Hafez al-Asad, ha advertido que no se quedará de brazos cruzados ante la incursión estadounidense y ha amenazado con responder.
Aunque esta amenaza podría quedarse en el plano retórico y así es de esperar en la comunidad internacional que teme a una conflagración de gran alcance, no deja de ser un peligro real, en vista de que en meses recientes Putin mostró al mundo una Rusia fortalecida y modernizada en su poderío militar, con misiles que podrían alcanzar el territorio continental de Estados Unidos.
El involucramiento bélico podría tener repercusiones más allá de las fronteras de Siria, ya que Estados Unidos cuenta con el apoyo militar de sus aliados del Reino Unido y de Francia, mientras Alemania ha decidido no involucrarse sobre el terreno, aunque manifiesta su apoyo a las acciones contra el régimen sirio por las atrocidades cometidas.
A diferencia de otras épocas, en que las guerras mundiales estaban aisladas y focalizadas en regiones específicas y delimitadas, la tecnología y el adelanto de misiles intercontinentales con ovijas nucleares, proyecta en este tiempo un terrorífico escenario que podría afectar a zonas y países distantes, ajenos por completo a estos conflictos.
Aun así, ojalá que las refriegas en torno a Siria se queden en el ámbito estrictamente disuasivo y que de alguna forma el peligro de la intervención militar de Rusia no atraiga el fantasma de una tercera guerra mundial, un holocausto fantasmagórico de solo imaginarlo.
Afortunadamente, no todo es amenaza e inquietud, ya que las tensiones entre Estados Unidos y Corea del Norte, que llegaron a bordear un posible estallido nuclear, han comenzado a disiparse, mientras se perfila una detente o entendimiento. Esta expectativa cobró fuerza luego de que el director de la CIA, Mike Pompeo, se reuniera en secreto con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en la preparación de un cara a cara con Trump para tratar que el país asiático descontinúe su expansión nuclear.
El envío a tierra hostil de uno de los hombres fuertes de la Casa Blanca muestra que la preparación de la cumbre va por buen camino, según analistas internacionales, lo que ha llevado una nota de respiro a un mundo convulso y agobiado.