El pensamiento como necesidad

El pensamiento como necesidad

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
El pensamiento no es un regalo divino, ni un don natural. El pensamiento es un esfuerzo. La causa primera de que un individuo se hubiese dispuesto a tratar de conocer no está sólo en que tuviese un instrumento con el cual adquirir conocimiento, pues no basta tener un instrumento para decidirse a usarlo. Tenemos el instrumento y debemos estar alertas de la necesidad de usarlo.

El ser humano se decidió a conocer, porque como dice Ortega y Gasset se sintió falto de algo: «El hombre se compone de lo que tiene ‘y de lo que le falta’. Si usa de sus dotes intelectuales en largo y desesperado esfuerzo, no es simplemente porque las tiene, sino, al revés, porque se encuentra menesteroso de algo que le falta».

Así, para conocer debemos sabernos carentes de algo. Debemos sentir la necesidad de entender las cosas. En alguna forma debemos percatarnos de que algo no se explica sólo, no es natural. En el país tenemos una gran necesidad de conocer las nuevas circunstancias históricas, la nueva realidad social que nos ocupa, la realidad que hay que entender para transformarla. Debemos para nuestro bien, saber que carecemos de pensamiento.

Tenemos necesidad y urgencia de pensarnos. Y no de forma alegre, dando por cierto el mito o el eufemismo, pues como decía Ortega y Gasset «Si no existe la tensión entre el saber algo y el reconocimiento de la ignorancia, el conocer no puede tener lugar. El saber absoluto y la absoluta ignorancia se parecen los dos en una cosa: en que son la muerte del conocimiento».

Así, la problemática de los retos de nuestra circunstancia histórica, exigen un esfuerzo, vale decir, algo más, bastante más, de lo que últimamente nos ha ocupado. Hemos adquirido la práctica de querer desechar la noción de realidad, sin darnos cuenta de que no somos identidad inamovible y que continuamente renegociamos – y nos vemos forzados a renegociar- las nociones de realidad, en la medida en que nuestro lenguaje, nuestras estructuras sociales e institucionales y nuestra vida personal, evolucionan. El pensamiento tradicional se ha hecho insuficiente para entender la nueva realidad. No somos esencia. Tampoco somos historia, como decía Octavio Paz, somos en cambio proyección hacia el futuro.

Ésa es la tragedia y la grandeza de nuestra misión, el destino del pensamiento de tener que adquirir con esfuerzo lo que necesitamos saber sobre nosotros mismos y sobre las cosas. Creo prudente la propuesta alternativa: homo insciens, insipiens a la definición dieciochesca: homo sapiens que prefiere Ortega del ser humano, en bona fide deberíamos llamarnos hombre ignorante El Hombre y la gente, VII, Página 91); Pues: Ni Dios ni la bestia ignoran aquél, porque posee todo el saber, y ésta, porque no lo ha menester.

Así, debemos inventar el futuro, llenando la necesidad de pensar para adquirir el conocimiento de lo que nos es consustancial en este lugar y hora, y alejarnos de la bestia, ocupándonos de adquirir el conocimiento, y tener la humildad de saber que no somos Dios, por lo que ignoramos mucho más de lo que sabemos. Debemos adquirir la Docta Ignorancia, admitir que lo que hemos creído como cierto, aún en el caso de que así haya sido en el pasado, ha dejado de serlo, se ha convertido en un atavismo, que estamos obligados como nación a superar. Debe detener el ruido de las pitonisas que claman por la desgracia.

El pensamiento es una necesidad de la humanidad, pero en nuestro caso, un imperativo. De la Pre modernidad, del Antiguo Régimen autoritario, hemos pasado a una especie de anomia, nos hemos acostumbrado escandalosamente a la facilidad de las bestias o a la arrogancia del docto. En aquel se da silvestre el irresponsable: no soy yo sino el país (o los partidos o los políticos) en éste se da el fanático, el infantil y el cínico. Veo lejos que estos personajes sean los que predominen pero si seguimos explicando nuestras frustraciones con esquemas agotados, si seguimos creyendo que sabemos y nos despreocupamos de adquirir conocimiento, el futuro estará plagado de semi dioses intolerantes y de bestias, cuyo único objetivo será la usurpación de nuestra libertad. No digo como debemos pensar, sólo digo que debemos hacerlo.

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