El peor castigo que recibió Benoit fue verse como traidor a la patria

El peor castigo que recibió Benoit fue verse como traidor a la patria

El Artículo 252 de la Constitución de República Dominicana, establece: “La defensa de la Nación está a cargo de las Fuerzas Armadas. Por lo tanto, 1) Su misión es defender la independencia y soberanía de la Nación, la integridad de sus espacios geográficos, la Constitución y las instituciones de la República.” Dentro de las normas constitucionales, colaborar con una nación extranjera para violentar la soberanía nacional conllevaría la pena máxima establecida en los códigos penales.

En mayo de 2002, la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas celebró un seminario denominado “Guerra de Abril: Inevitabilidad de la Historia”, audaz espacio de debate propiciado por el teniente general José Miguel Soto Jiménez. El Ministro aspiraba a que los personajes seleccionados como representativos de los sectores enfrentados en 1965, tuvieran la oportunidad de enunciar, nunca debatir,  vivencias experimentadas 37 años atrás.

En aquel evento, Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst admitió de viva voz ser el firmante del documento que sirvió al gobierno de Estados Unidos para justificar la invasión de tropas estadounidenses que asesinó a millares de dominicanos e impidió la reposición de la Constitución de 1963. Sus palabras fueron confesión confirmadoras de Benoit como violador de cualquier Constitución que hubiera tenido vigencia en toda la historia dominicana.

Pero lo que importa no es denostar después de muerto a quien conscientemente violentó los principios sagrados de la soberanía nacional y la integridad territorial. Lo que se busca es respuesta a ¿por qué los asesores militares de Estados Unidos seleccionaron al coronel Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst para que formalizara, por escrito, la participación de tropas estadounidenses en un conflicto netamente dominicano?

¿Qué representatividad legal podía tener ante el gobierno estadounidense un Coronel técnico, mecánico de profesión, que el MAAG había designado, sin siquiera consultarlo, a la cabeza de una Junta Militar inexistente?

¿En base a qué podía el gobierno estadounidense aceptar una solicitud de esa naturaleza de parte de alguien que no ocupaba cargo público alguno, civil o militar? Además, Benoit estaba todavía de licencia luego de regresar de un curso de mecánica en Estados Unidos y no se había reintegrado a sus quehaceres técnicos.

¿Qué liderazgo podía tener un oficial superior quien, a pesar de haber pertenecido durante 27 años a las Fuerzas Armadas, nunca en su carrera militar había tenido tropas bajo su mando?

Peor aún, en las Fuerzas Armadas había por lo menos veinte oficiales superiores y Generales que superaban a Benoit, en rango o en escalafón. ¿Por qué no fue uno de éstos el designado para hacer esa ignominiosa petición?

¿Qué debilidades y compromisos con Estados Unidos reunía Benoit que lo hicieron acreedor de esa deshonra histórica como dominicano para prestarse a solicitar la violación de la soberanía nacional del país que lo vio nacer?

El 28 de abril de 1965, Lyndon Johnson, ya había decidido invadir República Dominicana para evitar el derrumbe total de las Fuerzas Armadas golpistas que Washington había armado y financiado desde que crearon a Trujillo como herencia funesta en 1924. El cable secreto enviado por el embajador Tapley Bennett así lo reflejaba: “Lamento informar situación deteriorándose rápidamente. Pilotos San Isidro cansados y desalentados. Jefe MAAG fue a San Isidro, halló Belisario Peguero en estado histérico, presionando ‘retirada’, cantidad de oficiales llorando. Benoit solicita formalmente tropas Estados Unidos. El ‘country team’ unánimemente considera que ha llegado el momento de desembarcar los ‘marines’. Vidas norteamericanas están en peligro. Propongo cabeza de playa ‘marines’ en el Hotel Embajador.  Si Washington desea, pueden ser desembarcados con el propósito de proteger evacuación de ciudadanos norteamericanos. Recomiendo desembarco inmediato.”

Sólo había una laguna formal que llenar. La Casa Blanca instruyó entonces al embajador Bennett para que obtuviera de algún dócil títere el documento que solicitara la invasión militar estadounidense para restaurar el orden y, supuestamente, proteger vidas de ciudadanos estadounidenses. Y así, Benoit quedó para siempre como el pusilánime personaje que sirvió para justificar que, en 1965,  la soberanía nacional dominicana fuera violada por tercera vez en el siglo veinte.

El peor castigo que recibió Benoit por esa acción servil fue tener larga vida y verse como traidor a la patria en los textos de historia que sus descendientes tendrán que estudiar.

 

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