El peor de los caminos

El peor de los caminos

El ciudadano Presidente Hipólito Mejía lleva varias semanas profiriendo amenazas contra los empresarios que intervienen en el negocio de la moneda norteamericana, pero hasta ahora nada ha logrado. Unas veces ha hablado de que tomará por el ya famoso pichirrí a quienes compran y venden dólares y ahora su amenaza se ha tornado más intensa y habla de agarrar por el pescuezo.

El jefe del Estado también ha dicho, en público y en privado, que así como tomó una medida drástica con las distribuidoras de energía eléctrica Edenorte y Edesur, así hará con los que comercializan la divisa. Se pueden inferir varias cosas de esta amenaza, pero quizás la interpretación más lineal apunta hacia la estatización o toma de control de las agencias y bancos que compran y venden dólares, euros y otras monedas duras.

Hasta ahora las amenazas procedentes de la máxima figura del Poder Ejecutivo no han dado resultado alguno, con todo y que las mismas se profieren casi a diario y con todo y que el ciudadano Presidente es también el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. La razón es muy sencilla: la depreciación acelerada del peso dominicano frente al dólar de los Estados Unidos no es de naturaleza militar, ni responde a un esquema puro de manipulación del mercado o de especulación. Es obvio que el Presidente Mejía no comparte este punto de vista, pero estoy seguro que sus principales asesores económicos y financieros sí lo comparten, comenzando por los más conspicuos economistas que ocupan los principales sillones del majestuoso Banco Central de la República.

A veces uno tiene la impresión de que el ciudadano Presidente considera que un Presidente de la República lo puede todo, o que tiene una varita mágica que produce milagros en todos los momentos y en todas las circunstancias. Pero ocurre que no, que un Presidente de la República, llámese como se llame, no es todopoderoso ni puede estar por encima o contra las leyes que operan en las distintas áreas de la vida, incluyendo las leyes fundamentales de la economía. Tampoco tiene una varita mágica para transformar, a voluntad, todo lo que le rodea. Es posible que muchos o algunos de sus asistentes o seguidores le hayan susurrado al oído del mandatario que en la vida dominicana todo depende de él, de su fuerza, de su fortaleza y de su voluntad. Pero estoy seguro que en su fuero interno él está convencido de que no es así.

Los economistas del gobierno conocen bien que la causa esencial de la corrida del peso frente al dólar no reside en la especulación. Tampoco en la existencia de un mercado oligopòlico del dólar. Ellos saben que dado el deterioro de la estabilidad macroeconómica y dadas las dificultades que ellos y el gobierno central han tenido para adoptar medidas que contrarresten la inestabilidad, aparecen franjas especulativas, pero este no es el meollo de la cuestión ni es el factor determinante. Porque desaparecida la inestabilidad, la especulación que pueda haber se reduce a su mínima expresión por gravedad.

Por lo demás, la hipótesis sobre el carácter oligopòlico del comercio del dólar no es de fácil verificación. Hay cambistas callejeros, hay casas de cambio, hay remesadores, hay bancos comerciales que tienen ventanillas dedicadas a la compra y venta de divisas y están los receptores directos de dólares, que muchas veces los venden a un amigo que le promete comprarle todos los que reciba, o a un pariente, etcétera. Y también están los dólares del narcotráfico, que nadie sabe, aparentemente, cómo ingresan al país pero es obvio que llegan.

Pues bien, los economistas que sirven al gobierno, todos los cuales son profesionales de reconocida valía y experiencia, deben contarle al ciudadano Presidente desde cuando el peso empezó a deslizarse frente al dólar y en qué circunstancia ese movimiento hacia abajo fue más brusco y por qué. Deben hablarle de la abundancia de pesos en el torrente financiero, de las iniciativas oficiales para que los pesos sobreabundaran y deben enfatizarle cómo presiona sobre la tasa de cambio una política desbordada de gastos públicos, sobre todo de gastos corrientes.

Esas explicaciones los llevaría, de manera directa y sin arruga, a explicar la causa central de esta profunda crisis financiera y cambiaria que afecta la economía dominicana, como es la medida que abrió las bóvedas del Banco Central para que salieran miles de millones de pesos para enfrentar la crisis bancaria de este año. Septiembre del año pasado es la fecha clave para seguir este itinerario. Solo hay que observar, sobre este aspecto, dos variables elementales: emisión monetaria y comportamiento de la llamada prima del dólar. Nada más.

Pienso que si esto ocurre, entonces el ciudadano Presidente de la República dejará de utilizar expresiones intimidatorias y amenazantes contra quienes compran y venden dólares, y dejará de hablar de agarrarlos por el pichirrì, unas veces, y por el pescuezo, otras.

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