El perdón

El perdón

El perdón alcanza con mayor facilidad a los culpables que a los inocentes. La Guerra de Abril de 1965 comenzó como un contragolpe de Estado para reponer la  Constitución de 1963, desconocida por una alianza entre sectores políticos y  militares de  Estados Unidos, sectores de los ricos comerciantes y terratenientes, de la Iglesia Católica y de las Fuerzas Armadas.

Sobre esas cuatro patas se montó la mesa golpista que tantos miles de muertos ha costado al país, desde el 24 de Abril de 1965 hasta el 16 de agosto de 1978.

Desde el perdón otorgado por los duartistas al general Pedro Santana, al  mariscal de campo español Buenaventura Báez, la benevolencia para con los lilisistas, la no persecución de los asesinos de la tiranía de Trujillo, de los que ordenaron fusilamientos durante la Guerra de Abril y luego ejecutaron incontados ciudadanos durante los 12 años de Balaguer, nos hemos convertido en una sociedad permisiva.

Alicinio Peña Rivera y compartes fueron enjuiciados por el asesinato de las hermanas Mirabal, pero nadie ha sido perseguido ni mucho menos enjuiciado seriamente por los demás muchos muertos durante la tiranía, como si sólo ellos debieran cargar con la culpa.

En pocas ocasiones los grandes culpables de atropellos, abusos, desconocimiento de los derechos humanos, genocidio, han sido llevados ante los tribunales.

El caso es como para un estudio serio, profundo y detallado a fin de que podamos ver la permisividad se impone y la justicia es acorralada a voces de protesta que, acomodaticiamente, se prefiere no escuchar.

Somos muy dados a generalizar, razón por la cual decimos: la gente tal o cual cosa, cuando se trata de alguna gente, por ejemplo.

Ahora me preocupa la nueva metedura de pata de la alta clerecía católica chilena que pide amnistía para los crímenes cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet.  No se puede hablar de la Iglesia Católica sino de algunos sacerdotes comprometidos con el poder que traicionan su condición de pastores.

La alta clerecía católica, que participó en el golpe de Estado de 1963, abandonó la Zona Constitucionalista pero sacerdotes comprometidos con la verdad sacaron la cara por la Iglesia Católica.

La jefatura católica de Chile actúa de espaldas a la verdad, a la razón, a la justicia. No es extraño. Es la alianza con el poder terrenal.

Pasada la Guerra de Abril no se enjuiciaron los crímenes cometidos por militares traidores a la Patria mientras se impuso la paz de los cementerios contra los constitucionalistas.

¡Qué bueno, perdonar a los grandes culpables y castigar a los infelices!

Ambos merecen ser castigados.

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