El ejercicio periodístico que se esfuerza por la búsqueda de la verdad objetiva y demostrable, no la controvertida posverdad, con amplitud de miras y teniendo como norte el interés general, vale decir en favor de la sociedad y sus ciudadanos, enfrenta cada día nuevos desafíos y tiene que estar alerta para no dejarse utilizar.
En medio del tráfago y las urgencias cotidianas, que tienden a desviar la posibilidad de un examen minucioso y ponderado, además de impedir perspectivas orientadoras, medios y periodistas no siempre logran advertir que hay una diversidad de formas sutiles en que pueden ser apartados de sus objetivos fundamentales.
Por ejemplo, en medio de coyunturas que tienen elementos ciertos, pero que pueden ser deliberadamente sobredimensionados con fines ulteriores, advertencias y previsiones de ciertos sectores constituyen de hecho un mecanismo de presión y condicionamiento a la opinión pública.
Específicamente me refiero, aunque no es un caso único pero sí muy sensible por sus consecuencias en los presupuestos familiares, a los anuncios de que se avecinan nuevas alzas en los productos alimenticios, en este momento por un anunciado incremento en las tarifas del transporte de carga.
Es cierto que este último anuncio se basa en el incremento sostenido que en las últimas semanas han tenido los precios locales de los combustibles y que tienen su origen en la tendencia alcista del petróleo en los mercados internacionales.
Con ligeras oscilaciones, actualmente el costo del barril de petróleo se aproxima a los 80 dólares, lo que inquieta a nivel mundial a la industria y todo el sistema productivo que depende de combustibles fósiles.
La previsión de los transportistas dominicanos ha tenido a su vez un efecto dominó, porque comerciantes y empresarios prevén que el aumento en los costos de la transportación de carga inevitablemente generará precios más elevados en los productos de consumo básico.
Aún así y sin ignorar estas realidades que escapan al control local, ya que la República Dominicana no produce petróleo, aunque últimamente se ha vuelto con la historia de que tenemos grandes reservas, hay que tener mucho cuidado en no servir de plataforma para que se produzcan especulaciones de precios. El afán de lucro abusivo y desmedido es inadmisible en cualquier actividad y tiene efectos muy perjudiciales y trastornadores cuando incursiona en el vital renglón de los alimentos esenciales.
En otras palabras, que si fuera necesario aplicar alzas, éstas deben ser justas y proporcionales a los incrementos que le dan origen y en ningún caso ser utilizadas como un factor para obtener ganancias ilegítimas y fuera de lugar.
De hecho, ya se han producido incrementos significativos en algunos rublos alimenticios como el arroz y el pollo, a pesar de que aún los transportistas de carga no han fijado nuevas tarifas en sus costos operativos.
Para evitar esto y que no se tengan que tomar medidas reactivas sino preventivas, organismos como Proconsumidor deben desplegar acciones con amplitud y con los alcances que les leyes y medios institucionales les proveen.
A los medios toca hurgar, preguntar y precisar en cada anuncio de aumentos, la razón y el fundamento y que la explicación no se quede en simples palabras, pues la prensa no está para ser caja de resonancia interesada para ningún sector, y mucho menos cuando hay de por medio perjuicios económicos y sociales.
El escepticismo, el cuestionamiento y hurgar en todos los ángulos y aristas de las informaciones sitúa a medios y periodistas en mejor capacidad para no dejarse utilizar conscientemente por aquellos desde fuentes interesadas, tanto públicas como privadas, buscan ganancia de causa y objetivos particulares a través de distorsiones, medias verdades y mensajes engañosos.