Llegó la hora de la definición.
Es innegable que estamos viviendo tiempos muy difíciles tanto mundialmente, nacionalmente y personalmente.
No me refiero exclusivamente a la pandemia del coronavirus que apenas puede a lo sumo matar al cuerpo.
Me refiero a la peor, la gran crisis moral que amenaza matar al alma. Crisis que sobreabunda expandiendo sus tentaciones y tentáculos en toda la humanidad.
Dominicanos: ¡llegó la hora de la definición!
Estamos con Dios que es la luz o con aquel que me desagrada hasta mencionar y que se manifiesta en las tinieblas que al momento de escribir estas líneas se posan sobre nuestros legisladores pretendiendo comprar o extorsionar sus consciencias por algún regalito brilloso que oculta el venenoso sinsabor que robaría la paz de su espíritu al servir de eslabón de la atadura de pervertir a nuestra nación con la introducción contra natura de la ideología de género.
Esta cultura maligna que va extendiendo sus tentáculos por todo el orbe incluso llegando al nuestro con continuos intentos de querer imponernos el aborto, el cual nuestro pueblo se ha opuesto gallardamente en múltiples ocasiones, consciente de que ninguna razón justifica el abortar, acción sinónima a asesinar niños dentro del vientre de sus propias madres.
Pues, desenmascarando al enemigo, en su furia de no haber podido lograr este propósito, está usando una arma oculta como es él, con sus enviados de extorsión para pretender introducir la ideología de género que es lo mismo que matar la inocencia de los niños distorsionándolos y disuadiéndolos a que se cumpla en ellos la voluntad de Dios.
Finalmente invito de forma encarecida a nuestros legisladores, responsables en gran medida del destino moral de nuestra población, a no dejarse tentar por asquerosos pesos o moneda extranjera que quieran comprar sus voluntades y ser firmes en defender nuestra moral y costumbres, para que no se llegue a envenenar las mentes y cuerpos de los más pequeñitos, llamados a ser los nuevos David frente al maligno Goliat que les salta al encuentro.
Legisladores, no se vendan. Ustedes valen mucho más que efímeras monedas. Repito, sean fieles a este propósito, y sean inteligentes de reconocer que vale mucho más el peso de la conciencia y poder dormir tranquilos que el cambiar la paz por algunas monedas pasajeras.
Asimismo extiendo este mensaje a la autoridad máxima que posiblemente tenga que dar su última palabra.
Dominicanos somos independientes, seamos leales a Dios, fieles a la Patria y defensores de nuestra Libertad!
¡Quien tenga oídos para oír que oiga!