El peso y sus adversarios

El peso y sus adversarios

Las proclamas, gestiones y presiones tendentes a que el gobierno o, más específicamente, las autoridades del sistema monetario produzcan a través de medidas administrativas un mayor poder de compra para el dólar estadounidense – es decir, más pesos al cambio – no se compadecen con los intereses generales de esta Nación.

Es como abogar para que todo aquel que no tiene hoteles o empresas de zonas francas, orientadas a la mano de obra barata, sufra una reducción del poder adquisitivo. Y no solo cuando se trata de comprar productos de primera necesidad. El regreso a la devaluación sistemática de la moneda nacional entramparía de nuevo en una dura elevación de costos a centenares de empresas o áreas de la producción nacional.

Los defensores de una revaluación del dólar ignoran – o callan – la verdad de que, en gran medida, las divisas están hoy bajo menor demanda porque la racha de cotizaciones altas de otrora provocó quiebras masivas, por lo que miles de negocios, grandes, medianos y pequeños dejaron, sencillamente, de existir y, por tanto, de acudir al mercado monetario en busca de divisas para sus muy diversas necesidades.

En buena medida, solo los poderosos usuarios del dólar sobrevivieron a la devaluación del peso dominicano. Y está claro: muchos generadores de moneda fuerte del sector turístico y el industrial se sintieron en la gloria y creían jubilosamente que ese orden de cosas debía mantenerse, y que Dios repartiera suerte para el resto de los entes de esta economía.

-II-

No está en modo alguno bien afincada la presunción de que las tasas del dólar actuales devienen de restricciones que no podrían sostenerse en el tiempo y que no se compadecerían con la dinámica de los sectores productivos.

Por el contrario, es saludable que permanezca en niveles inferiores a los que predominaron durante el apogeo de una crisis bancaria devastadora que fue agudizada por las medidas extremas que incluyeron emisiones monetarias sin respaldo en violación a los procedimientos que la ley indica para esos casos.

Quedó demostrado entonces que el remedio resultaba peor que la enfermedad.

Lo anormal y costoso socialmente fue que autoridades irresponsables destruyeran el poder adquisitivo de las mayorías nacionales y era lógico que el dólar se convirtiera, por esa vía, en un medio de cambio avasallante en beneficio únicamente de un sector de la economía.

En justicia: sería inaceptable que el gobierno, en uso de los mecanismos de control financiero, obrara con exageración en algún sentido para que la divisa sea más cara o más barata.

No mas contenciones del circulante para revaluar a conveniencia ni más ligerezas que procuren lo contrario.

El dólar debe revelar los niveles de cotización que resulten de las necesidades y posibilidades reales de la economía y que cada quien se preocupe por ser productivo y eficiente para obtener utilidades bajo cualquier signo monetario.

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