El petróleo no es un juego

El petróleo no es un juego

BIENVENIDO ÁLVAREZ-VEGA
No había manera de que Estados Unidos interviniera militarmente en Irak, en el área de la geografía del petróleo, sin alterar el patrón de comportamiento de los precios del crudo. Ya existía el fenómeno del crecimiento de la economía china, hecho que Occidente parecía querer ignorar en todas sus repercusiones, una de las cuales era el aumento de la demanda de materias primas. El factor chino también ha contribuido a elevar las cotizaciones del llamado oro negro y ha creado mayores expectativas alcistas con la construcción de sus depósitos para mantener grandes reservas, como hacen las naciones del centro.

Un elemento adicional de este escenario alcista lo constituye la política del presidente venezolano Hugo Chávez, quien pronto descubrió en la fuerza del petróleo una herramienta de lucha, y se lanzó a reactivar la OPEP y a tratar de reeditar la lucha de los años 70, cuando el discurso del poderoso cártel era llevar a las grandes naciones a una mesa para negociar los precios de todas las materias primas que se producían en la periferia, en el Tercer Mundo. Quienes peinan canas recuerdan los brillantes discursos de Carlos Andrés Pérez en defensa de la política alcista del petróleo y en defensa de las materias primas de nuestras naciones. Chávez anda ahora en algo parecido. Como quiera, el resultado de estos factores es que por más de 12 meses las cotizaciones de los combustibles petroleros han estado en alza. Pronto veremos, amigo lector, lo que todos conocemos de experiencias pasadas: las grandes compañías petroleras con ganancias inimaginables —ya está ocurriendo—, países no productores de petróleo, como la República Dominicana, prácticamente de rodillas y con economías en proceso de desestabilización, endeudadas y sin poder avanzar; los productores de crudo enriquecidos para depositar sus gigantescos ingresos en los principales centros financieros del mundo, para beneficio de las grandes potencias, y creando estímulos, además, para que el mundo desarrollado busque caminos para cortar su dependencia del petróleo.

Para la sociedad dominicana las crisis petroleras, que siempre son derivadas de ciclos alcistas, son traumáticas y desordenadoras de la economía. Ocurrió así en los años 1973-1975, y en la administración del Presidente Antonio Guzmán, principalmente. Los gobiernos del doctor Jorge Blanco y de Fernández Reyna también atravesaron por unos momentos difíciles, aunque menos intensos, como consecuencia de alzas en los precios del petróleo. Ahora tenemos que durante los primeros seis meses de este año el país ha gastado 1,081.4 millones de dólares en importación de petróleo. Esta suma equivale a 180.2 millones de dólares al mes, exactamente 6 millones de dólares por día. Estas cifras ofrecidas por el Banco Central de la República significan que durante el primer semestre de este año se dispuso de 348.5 millones de dólares más que en igual período del 2004, solo para comprar petróleo crudo y derivados en el exterior. La proyección lineal indica que durante todo este año el país tendrá que disponer de más de 2,000 millones de dólares sólo para combustibles. En otras palabras, el 25%, más o menos, de los ingresos totales de divisas y más del 50% de los ingresos en dólares que genera el sector turismo. El año pasado, la República Dominicana gastó, durante el primer semestre, poco más de cuatro millones de dólares diarios en importaciones de petróleo. Ahora está gastando seis millones, o sea, un aumento de 50%. Sin duda alguna que se trata de un hecho que no podemos ignorar, ni minimizar.

La sociedad y el gobierno, pues, están obligados a unificar criterios para enfrentar esta situación que nos ha venido encima cuando el país está sometido a serias restricciones que buscan reordenar la economía. El gobierno, desde luego, tiene que tomar las iniciativas, tiene que diseñar las políticas, crear los mecanismos y tener la voluntad decidida de ponerlas en marcha. Una advertencia nos parece necesaria: el gobierno debe evitar el camino fácil del endeudamiento para disponer de petróleo para que todo el mundo lo use a sus anchas. En tiempos de guerra, economía de guerra, en tiempo de crisis, economía de crisis, en tiempo de restricciones, economía de restricciones. Quien no lo quiera asumir así, que no lo haga, pero la sociedad no puede exponerse a vivir postrada, sin desarrollo y sin sosiego financiero, porque determinados sectores quieran seguir viviendo como si estuviéramos en tiempos boyantes o en épocas de vacas gordas. El gran argumento, que es a su vez una razón poderosa, está a la vista de todos: la República Dominicana no produce una gota de petróleo.

bavegado@yahoo.com

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