El petróleo

El petróleo

JOSÉ LOIS MALKUN
Todo el que maneja un mínimo de información sabía que el precio del petróleo se iba a disparar a partir de mayo, con o sin el problema de Irán. Desde finales del año pasado las compañías de inversiones y las revistas especializadas en economía, vienen haciendo esas predicciones. Pero hasta los economistas dudan muchas veces de que esas proyecciones sean lo suficientemente confiables como para tomar decisiones a tiempo. Y más cuando se trata del petróleo, donde las medidas preventivas son impopulares. Sólo cuando el problema se nos viene encima es que entendemos la gravedad de la situación. En los últimos años, el país ha hecho todo lo posible por incrementar el consumo de petróleo.

Los incentivos arancelarios para la importación de autos de alto consumo con fines recaudatorios y las facilidades de financiamiento de los bancos, han exacerbado el parque vehicular, a tal punto que en pocos lugares del mundo se ven las cantidades de Jeepetas, Mercedes, Jaguares y cuantos autos de lujo uno puede imaginar.

Por otro lado, el transporte público es otra fuente de dispendio. Miles de carros de concho transitando por todas partes con 5 ó 6 pasajeros que van como sardinas en lata. A eso se suma más de un millón de motores viejos circulando, donde la mayoría se dedica también a transportar personas o a realizar tareas absurdas y peligrosas, que van desde llevar un tanque de gas de 100 libras, hasta una familia completa de cinco miembros.

Para colmo, existen cientos de miles de plantas eléctricas diseminadas en todo el país, que son utilizadas por hogares, hoteles, negocios y oficinas. Es el medio más ineficiente y costoso de producir energía. Pero ésa es la energía que mueve la mitad del país.

Por su parte el Gobierno, en aras de la estabilidad y para no asumir con seriedad un plan de ahorro de combustible que ponga en riesgo su popularidad, decide firmar el acuerdo de Petrocaribe, mediante el cual recibe a crédito 500 millones de dólares en combustible cada año, con lo cual hipotecamos el futuro del país para seguir derrochando en el presente.

Si el precio del barril llega a 100 dólares, no se preocupen que las cuentas nacionales no serán afectadas en lo inmediato, ni la tasa de cambio tampoco.

En fin, eso es lo que hay y difícilmente las cosas van a cambiar de un día para otro. Entonces qué medidas pueden adoptarse ante la posibilidad de que el precio del petróleo llegue a niveles que pongan en peligro la estabilidad económica.

Una respuesta rápida y sencilla es subir los impuestos de los combustibles para reducir su consumo. El problema de esta medida es su alto costo político y como tenemos a papá Chávez que nos fía el combustible, la descartamos en principio aunque no está lejos el día que habrá que recurrir a ella.

Otras medidas más digeribles de corto plazo son la restricción a la venta de combustible en las noches y fines de semana, la sustitución del alumbrado por bombillas de bajo consumo, la circulación alternada de los carros públicos, el cierre de oficinas públicas y comercio antes de la hora acostumbrada y la instalación de luces autorreguladas en oficinas y negocios.

Ustedes dirán que muchas de esas medidas ya se probaron y no dieron resultados. Y que otras son sólo anuncios de prensa pero en la práctica no se cumplen. Sin embargo, todas pueden ser realmente efectivas si tomamos en serio el problema y obviamos la politiquería y los reclamos alarmistas de todos los que promueven el derroche y la anarquía. Porque lo peor que puede pasar es que la situación se nos vaya de las manos.

Mientras se ejecutan esas acciones inmediatas, hay que visualizar el mediano plazo. Por ejemplo, está la sustitución del petróleo por gas comprimido en plantas grandes de emergencia y en vehículos de motor; el desarrollo de fuentes alternativas, como el alcohol y la energía eólica; nuevas presas para generación hidroeléctrica, la reconversión de plantas eléctricas para que usen carbón; la compra de futuros; y la mayor capacidad de almacenamiento para tener suficientes reservas. Son sólo algunas ideas, porque hay otras muy interesantes y prometedoras que se han planteado.

Si el Gobierno se propone en serio desarrollar un plan de ahorro de combustible, todos deben apoyarlo. No importan las presiones de sectores interesados que no les importa el precio del combustible porque tienen con que pagarlo. Los partidos políticos deben también refrendar ese plan y los medios de comunicación deben facilitar sus espacios para su difusión.

Pero hay que exigirle al Gobierno y a la banca, algunas cosas. Al primero, que no abuse de Petrocaribe, que están hipotecando al país sólo para posponer decisiones que son de urgencia para nuestra futura estabilidad. Que eliminen esos incentivos a las importaciones de vehículos de alto consumo y métanle un selectivo que duplique su valor actual.

Si el problema es recaudación, busquen otra fuente. Y a la banca que financia vehículos, que cambie su estrategia de préstamos y sólo ofrezca esas facilidades para carros de bajo consumo.

No está muy lejos el día en que esos bancos tendrán que abrir subastas semanales de vehículos recuperados por falta de pago y muchas jeepetas en circulación, tendrán que venderse como chatarras, para salir de ellas. Piénsenlo.

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