El Plan Paulson

El Plan Paulson

EDUARDO JORGE PRATS
Esta semana el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, propuso la mayor reforma financiera desde 1929.  El llamado Plan Paulson más que intentar resolver la actual crisis de los mercados, originada en los productos derivados de las hipotecas basuras, intenta delinear un modelo óptimo para la supervisión financiera, en un mundo caracterizado por mercados financieros crecientemente globalizados, desmaterializados e informatizados.

La propuesta distingue tres supervisores financieros: el supervisor de la estabilidad del mercado (que sería la Reserva Federal), el supervisor prudencial (que fusionaría tres agencias reguladoras independientes y estaría a cargo de supervisar la salud financiera de los bancos) y el supervisor de la conducta en el mercado (que succionaría las funciones de una pléyade de reguladores actualmente existentes y velaría por la protección de los usuarios financieros e inversionistas). A todo esto se sumaría una comisión federal que fiscalizaría el mercado hipotecario, actualmente supervisado por decenas de reguladores de los estados de la federación  norteamericana, con lo cual se busca regular a los originadores de préstamos bancarios que no tienen naturaleza de bancos. Lo que llama la atención del Plan Paulson, más allá de su contenido, es que, a partir de una crisis coyuntural, se ha aprovechado el momento para lanzar una reforma estructural que cambia dramáticamente las reglas de juego. Aquí podríamos decir que opera la máxima de Milton Friedman – que inspiró “La doctrina del shock” de Naomi Klein -: “Solo una crisis – actual o percibida – produce un cambio real. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que son tomadas dependen de las ideas subyacentes. Esa, yo creo, es nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, mantenerlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible deviene políticamente inevitable”.

Este “timing” de la reforma no ha escapado al escrutinio de algunos. Magin Revillo, escribiendo en su blog, afirma que “todo el programa deberá encontrar el beneplácito de un Congreso, un Congreso que se hará rogar y que por ahora tiene entre sus prioritarias atenciones las próximas elecciones generales y presidenciales capaces de alterar y dar la vuelta como un calcetín al mapa político actual”. Paulson es consciente de ello, además. Por eso, afirma que “estas ideas de largo plazo requieren una discusión a fondo y no se resolverán este mes, ni siquiera este año”.

Si se descuidan, los norteamericanos pueden afectar sus libertades económicas en medio de la crisis financiera como sufrieron los derechos civiles con la Patriotic Act adoptada tras el 11/09/01. Y es que, entre las medidas recomendadas a corto plazo, se propone abrir la financiación de la Reserva Federal a entidades no bancarias ante situaciones de “riesgo sistémico” que amenacen la estabilidad del sistema. Con ello se legitima el salvataje del banco de inversiones Bear Stearns en donde la Reserva Federal comprometió el pasado 14 de marzo 30,000 millones de dólares, al tiempo que lanzó nuevas facilidades de crédito y aceptó activos de riesgo en garantía.

Si se compara este salvataje con la actuación de las autoridades monetarias dominicanas durante la crisis bancaria de 2003, es poco lo que hay que criticar a un regulador que al tiempo que asistió en la venta de bancos en crisis, suministró liquidez a bancos solventes enfrentando deficiencias temporales de liquidez a cambio de garantías de primera y solo al final garantizó los depósitos de todos los ahorrantes. La Ley Monetaria y Financiera, al tiempo que es una ley marco flexible y adaptable al cambio –como pretende Paulson que sea el nuevo esquema regulatorio estadounidense-, sale mejor parada ante un capitalismo estadounidense en caída libre, que, para no asumir los costos de una verdadera regulación, intenta ser salvado por un modelo de enfrentar las crisis financieras que capitaliza las ganancias pero socializa las pérdidas y que respalda con los dineros del contribuyente a Wall Street, negándose, sin embargo, a ayudar a los propietarios de viviendas que no pueden pagar sus hipotecas.

El momento que vivimos requiere mucha prudencia, pues presenciamos un cambio de paradigmas regulatorios. Mirémonos en el espejo estadounidense y, sin prisa pero sin pausa, aprovechando las actuales potestades regulatorias de nuestra Administración Monetaria y Financiera, que no requieren cambios legislativos, sigamos consolidando nuestro sistema financiero, para hacerlo todavía más sano y confiable.

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