El plazo que se esperaba para la XXIX Bienal Nacional…

El plazo que se esperaba para la XXIX Bienal Nacional…

Si las últimas bienales se habían saldado por la decepción y el descorazonamiento, de la selección a la premiación, afirmamos que la XXIX Bienal Nacional de Artes Visuales despierta nuevas esperanzas y estimula la participación.

Solamente el poco tiempo para entregar las obras iba a restringir una participación prevista como masiva desde que se anunciaron cambios muy favorables a la creatividad, los cuales también actualizaron el concepto del certamen.
Una angustia que se apaga. A diferencia del Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, que se anuncia con un año de antelación y permite una extensa preparación de parte de los artistas, la Bienal Nacional de Artes Visuales suele anunciarse tardíamente.
Los candidatos tienen escasos meses para programarse psicológicamente, encontrar los medios, reflexionar sobre sus proyectos, y sobre todo, para realizar sus obras.
La XXIX Bienal Nacional repetía ese problema. Reinaba la angustia, al vencerse el plazo de entrega el 30 de junio.
Es cierto que decenas de artistas –los rumores “hablan” de unas 200 obras registradas– habían hecho grandes esfuerzos, sobre todo en la categoría de pintura, para trabajar intensamente, y pudieron inscribirlas en el Museo de Arte Moderno y en el interior del país, antes de la fecha fatídica…
Sin embargo, muchos otros –la mayoría–, decididos a participar en esta edición de la bienal por ser positivamente distinta, con mejores premios y una premiación abierta, ya habían pensado formas y formulaciones, aun comenzaron su ejecución… sin poder terminarla.
Atentos a quejas y reclamos, tanto el Comité Organizador de la bienal como las máximas autoridades del Ministerio de Cultura fijaron el 30 de noviembre –a las cinco de la tarde para ser precisos–, como el último día de inscripción y entrega en el Museo de Arte Moderno (MAM).
Los artistas tienen ahora por delante cinco meses, un tiempo adecuado y confortable… cuales sean las categorías que ellos elijan.
Otras inquietudes. Ahora bien, han surgido otras inquietudes que no presentan la misma justificación, pero existen. La nueva fecha de inauguración y apertura de la bienal no ha sido fijada todavía.
Entre las reuniones y deliberaciones de los jueces, luego la duración del montaje –muy complejo y retador siempre–, se necesitarán varias semanas: se supone que próximamente se anunciará este dato esencial. No obstante, el paso más importante para una participación exitosa se ha dado, y la bienal va a celebrarse, es lo que cuenta. Lógicamente, la inauguración se fijará acorde con las circunstancias oficiales y un calendario significativo.
La segunda inquietud consiste en la reparación del Museo de Arte Moderno, que es la sede de la bienal –aunque se distribuyan exposiciones y actividades en otros lugares principales, así lo previeron–. Según informaciones y consultas, esa operación –que llaman también “restauración”, “remodelación” o “rescate”–, concluiría en octubre.
No es un edificio destruido, tampoco se trata de problemas estructurales, sino de climatización, compra de equipos y ajustes interiores. Los factores primordiales son de presupuestos y compañías competentes, y los dispusieron prioritariamente para el MAM en el marco de la recuperación de la Plaza de la Cultura.
Varias advertencias se escuchan, temiendo por la conservación y la protección de las obras dentro del museo, mientras se está trabajando en sus oficinas, salas y depósitos. Quien conoce a María Elena Ditrén, la directora del museo, aprecia su responsabilidad, y todos saben que si las obras confrontaran cualquier riesgo de deterioro ella tomaría unas medidas imprescindibles… y aun las haría trasladar.
Al optimismo por una Bienal Nacional de Artes Visuales, postergada, pero mejor concebida, calificada y galardonada, no debe suceder el desánimo perturbador que las voces agoreras insinúan y propagan.

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