El PLD en el filo de la navaja

El PLD en el filo de la navaja

ROSARIO ESPINAL
Un partido que obtuvo 1% de los votos en 1978 y más del 50% con aliados minoritarios en el 2004, y que ganó una mayoría congresional en el 2006 enfrentado a la alianza de los dos partidos históricos, merece su inclusión formal como partido mayoritario. ¿Cómo alcanzó el PLD este sitial en el sistema político dominicano, donde por 20 años (1966-1986) dominó el bipartidismo entre reformistas y perredeístas?

Dos razones principales dan cuenta del cambio. Primera, en la evolución de la democracia dominicana, el PLD fue un partido residual; es decir, su fuerza electoral provino del fracaso de otros.

Su crecimiento en 1986 y 1990 se debió al desplome electoral del PRD por el desgaste de sus primeros dos gobiernos. El PLD no logró triunfar en las disputadas elecciones de 1990, pero fue el principal contrincante de Balaguer. No obstante, al resurgir el PRD, el peledeísmo quedó rápidamente debilitado y se restableció en 1994 la histórica polarización entre Balaguer y el PRD.

Luego, en el ocaso de Balaguer, el PLD atrajo el voto conservador. La creación del Frente Patriótico en 1996 formalizó la mutación de un partido de ribetes marxistas, que provenía de la crítica social boschista, pero que desde 1990 había optado por el pragmatismo en las negociaciones con los reformistas.

La postulación de Balaguer en el 2000 aglutinó temporalmente el voto conservador en el Partido Reformista, lo que debilitó electoralmente al PLD, pero la muerte de Balaguer en el 2002 dejó este segmento del electorado políticamente huérfano. Con un PRSC dividido y sin liderazgo visionario, parte del voto balaguerista se movió al PLD en el 2004.

Así, mientras en 1986 y 1990, el PLD se nutrió del electorado perredeísta descontento con sus propios gobiernos, en 1996 y 2004, se nutrió del voto reformista, primero por el apoyo explícito de Balaguer en 1996, y luego, en el 2004, por la falta de alternativa reformista.

Segunda, después del retiro de Juan Bosch, el PLD ha logrado forjar un liderazgo político bastante cohesionado en torno a la figura presidencial de Leonel Fernández, quien ha podido articular diversos intereses dentro y fuera del peledeísmo.

El partido también ha ofrecido un referente de mayor disciplina e institucionalidad, en concordancia con las enseñanzas boschistas.

Aunque Bosch es un referente nebuloso porque no gobernó durante la apertura política que se inició en 1978, y por tanto, no puso a prueba de fuego sus ideas; los recuerdos positivos de su abortada presidencia en 1963 y la rectitud con que dirigió el PLD, han creado una aureola de disciplina y honorabilidad sobre el partido.

Por ejemplo, la idea de que el PLD es menos caótico y corrupto que el PRD y el PRSC tiene todavía cierta ascendencia, a pesar de los escándalos de corrupción en el primer gobierno peledeísta o las denuncias de manipulación en la última campaña electoral.

Pero actualmente, lo más importante en el posicionamiento electoral del PLD es la estabilidad macroeconómica que logró su gobierno de 1996-2000, y también el presente, pocos meses después de la crisis económica del 2003-2004. Esta ejecutoria se traduce en votos, sobre todo, porque la principal alternativa partidaria del país, el PRD, ha ofrecido de manera repetitiva inestabilidad económica.

Mirando hacia adelante, con una mayoría congresional, el PLD no podrá recurrir ya a la excusa de falta de poder para no atender los graves problemas que enfrenta la sociedad dominicana. Los peledeístas tendrán el Congreso y se enfrentan a importantes desafíos en la ejecución de sus planes de gobierno.

En el epicentro del tormento gubernamental estará el manejo del clientelismo y la corrupción por sus efectos significativos en el sistema económico, social y político.

El clientelismo y la corrupción han sido históricamente los mecanismos claves en la distribución de los recursos públicos dominicanos y existen amplias expectativas de distintos segmentos sociales de ser incluidos en el sistema  de prebendas.

Entre ellos, la base peledeísta, los reformistas que emigraron al gobierno, el empresariado acostumbrado a dar apoyo a cambio de extensos beneficios, y segmentos empobrecidos dependientes de las dádivas. Si no hay repartición de beneficios a estos sectores, al PLD lo llamarán de nuevo come solos y socavarán su poder.

Pero sostener el modelo clientelista y corrupto en la asignación de recursos públicos tiene serias consecuencias negativas. Produce mucho descontento en las personas que no se benefician, genera mucha desigualdad social e ineficiencia institucional, impide que se produzca un cambio en el contenido y la forma de impulsar las políticas públicas, y borraría la leve capa de honestidad que queda del boschismo.

En este filo de la navaja gobernará el PLD en los próximos dos años. ¿Hará lo ya conocido para luego colapsar por el rechazo popular o trillará el nuevo camino que prometió en 1996?

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