El PLD en su laberinto

El PLD en su laberinto

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Cuando en el orden de las ideas, se confrontan lo moral y la política se advierte que perseguir lo justo sale derrotado ante lo puramente conveniente. En el marco de un dilema de mayúscula importancia se debate un partido, nacido como aspiración ética esencial de segmentos insatisfechos con el PRD que entendieron la viabilidad de crear una organización estructurada por un hombre de prendas morales incuestionables, pero atrapado en una sociedad donde la mayoría de sus ciudadanos entendían el ejercicio partidario y acceso a un puesto en el tren administrativo como sinónimo de oportunidad para enriquecerse.
El PLD ético, amigo de las causas revolucionarias y adverso a entendimientos con el poder se quedó atrapado en las redes de una lógica pragmática capaz de tocar las puertas al éxito electoral. De paso, su guía y mentor se convirtió en un referente que, un dilatado ejercicio de poder, convirtió en incomodidad. Juan Bosch retrata el partido idílico, radical en su visión moral del país y de poca factibilidad para alcanzar victorias. El “otro”, es el de la actualidad, instrumento organizacional transformado desde el poder mismo, y que en la lógica de “su” cambio, era fundamental incurrir en flexibilidades y desapegos inimaginables para una generación de políticos construidos alrededor de no negociar principios y valores básicos.
Aconteció en otras latitudes: los proyectos políticos de origen liberal y de colindancias revolucionarias experimentaron transformaciones porque la fuerza del poder determinó alianzas con sectores antagónicos y empujó la recepción de recursos financieros indispensables para lograr mayorías electorales. En Nicaragua, un FSLN se entendió con la iglesia y empresariado. Todavía los líderes del PT en Brasil no pueden explicar sus negocios y asociación con Odebrecht. No pasa inadvertido, ahora, la acumulación económica de los chavistas supera a toda la oligarquía venezolana. Y aquí, podía ser diferente?
El grave problema de los escandalosos niveles de acumulación desde los gobiernos es que encontró resistencias en sectores dominantes que al ser desplazados, reaccionan con bastante habilidad. De un lado, activan los circuitos de impugnación ante los nuevos exponentes de las riquezas indecente, y por el otro, poseen la capacidad de articular y/o estimular la toma de conciencia en la ciudadanía debido a que los políticos en el gobierno, ya “no los necesitan” para las tradicionales ayudas de campaña. La excepción, está en aquellos “hombres de negocios” que se adhieren a la nueva red de opulentos, siempre en condición de subordinados. Son Poli/empresarios!
Todo partido que controla de manera absoluta los resortes del poder está destinado a desbordamientos éticos. Aquí, el caso toma ribetes singulares porque el discurso y la energía histórica del PLD se concentró en diferenciarse del resto del espectro partidario sobre criterios morales que hicieron de su militancia un muro para distinguirse de las indecencias “exclusivas” de los “otros”. Y el poder no los cambió, eran dominicanos con virtudes y defectos. Ahora bien, el paso de los años evidenció lo que siempre han sido. Y nada más!
Un fenómeno de carácter transnacional y la innegable presión de la calle colocó en los rieles del tren judicial un proceso que, si llega hasta las últimas consecuencias, tendría efectos perturbadores en toda la clase partidaria, y en el registro mental de la gente no existe la menor posibilidad de revertir la tesis de que todos “somos iguales”. Injusta generalización, pero entendible ante el peso de las evidencias.

El PLD tiene un desafío importante por delante. Aunque no puedan percibirlo, el juicio ciudadano supera toda maniobra y tecnicismo procesal a implementar dentro de un juicio histórico que no sólo encarta a ministros, congresistas y miembros del principal partido de oposición, sino a una franja amplísima de la clase política.