Ha transcurrido exactamente un mes desde que el Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) decidió en Juan Dolio que los legisladores peledeístas impulsen una reforma de la Constitución que permita la repostulación del presidente Danilo Medina, decisión que ha provocado una crisis a la que no se le vislumbra una salida dada la firmeza de las posiciones tanto de quienes promueven la reelección del mandatario como de los que se oponen a una modificación constitucional que le cerraría el paso a la candidatura del expresidente Leonel Fernández Reyna en el 2016. Es ese panorana de incertidumbre lo que tiene a tanta gente nerviosa dentro y fuera del PLD, gente que no entiende cómo unos y otros no se dan cuenta de todo lo que está en juego ni de las consecuencias de prolongar ese conflicto mas allá de lo políticamente razonable. Y como hace unos días leí, en una de las tantas crónicas que día a día se ocupan de reseñar la crisis peledeísta, que los sectores enfrentados parecen haberse puesto de acuerdo para bajar el tono de los dimes y diretes y dar así tiempo a que se produzca el esperado encuentro entre el expresidente Fernández y el presidente Medina que pondría fin a la discordia, no pude evitar hacerme un par de preguntas que desde hace algunos días andaban rondando mi cabeza. ¿De cuánto tiempo dispone realmente el PLD para poner fin a su crisis sin que esta produzca un daño irreparable a sus posibilidades electorales? ¿Cuándo vence “el plazo fatal” que fijó el presidente Medina para hablarle al país de su reelección? No sé porqué tengo la impresión de que, en las presentes circunstancias, poca gente dentro o fuera del peledeísmo tiene las respuestas correctas a esas interrogantes, aunque sí resulta evidente que si el partido de gobierno sigue comportándose como si tuviera todo el tiempo del mundo para poner en orden su dividida casa podría llevarse una desagradable sorpresa.