El PLD es culpable

El PLD es culpable

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com 
A un mes y medio de las elecciones del 16 de mayo, es evidente que la campaña concluirá sin un debate formal entre los candidatos presidenciales.

Es lamentable y el PLD es culpable.

Hicieron del rechazo al debate presidencial un punto nodal en la estrategia de campaña, bajo el argumento de que el presidente Leonel Fernández es superior a cualquier otro candidato, y por tanto, no hay debate necesario o posible.

El objetivo ha sido mantener al Presidente por encima de los otros mortales, mientras los anuncios de campaña enfatizan la idea de que el PRD, principal contrincante, es mal gobernante.

Comparado con la magnitud de denuncias de corrupción y clientelismo que afectan el actual proceso electoral, la ausencia de un debate presidencial parecería insignificante. Pero no lo es.

Los debates políticos entre los candidatos, si se realizan con buenos entrevistadores y reglas de juego claras, informan a la población sobre las posiciones políticas de los contrincantes, sus fortalezas y debilidades, y sobre todo, contribuyen a la socialización política de la ciudadanía en un ambiente de mayor calidad argumentativa.

Los buenos debates son espacios privilegiados de discusión racional en contextos electorales envenenados por la confrontación incisiva y la necesidad de despotricar a los opositores.

Sin debates presidenciales formales, las campañas devienen en confrontaciones mediáticas, reducidas a anuncios radiales y televisivos, donde se critica a los contrincantes más que proponer soluciones.

Ante la ausencia de espacios reflexivos para abordar los grandes temas nacionales, las campañas giran en torno a tópicos insignificantes, que mantienen fuera de agenda la discusión de los problemas principales.

Los militantes se movilizan como borregos, asistiendo a caravanas donde predomina la emoción, o simplemente el interés monetario, en el caso de muchos que asisten por pago.

Sin dudas, la política tiene una dimensión pasional. Pero para que la pasión sea fructífera y eleve la condición humana, es necesario plantear y debatir ideas que aborden la compleja problemática social que enfrentará un nuevo gobierno.

De lo contrario, la pasión deviene en rencillas y actos de violencia, como ocurre a veces en mítines y caravanas.

Independientemente de las deficiencias de los candidatos presidenciales, ellos han sido elegidos por sus partidos, y sobre todo, sus nombres aparecerán en las boletas electorales que se presentarán a la ciudadanía al momento de votar.

Todos los grupos políticos están en el deber de garantizar un proceso electoral diáfano y respetable, el gobierno aún más.

Negarse a debatir los asuntos pertinentes a la gestión gubernamental con los demás candidatos es un acto de arrogancia imperdonable para cualquier partido o candidato, sobre todo, para quien promete el progreso como hace el PLD y el presidente Fernández.

La corrupción y el clientelismo que tanto se denuncian en la campaña son viejos problemas en una sociedad empobrecida, donde la élite económica y política usufructúa amplios beneficios.

Mucha buena intención y voluntad política se necesitan para dar los primeros pasos en el combate de este grave problema.

Un debate presidencial es más fácil de lograr; requiere sólo un poco de valentía y voluntad. Por eso su inexistencia no resiste excusas políticas.

El PLD y el candidato Fernández han errado al negarse a participar en un debate público con la oposición, aunque crean que debatir arriesga su ventaja en las preferencias que registran las encuestas pre-electorales.

El argumento de que los otros candidatos son inferiores es sencillamente reprochable, y el argumento de que en el país no hay tradición de debate es insustancial, sobre todo, de parte de un gobierno que se precia de promover cambios.

A 30 años de procesos electorales competitivos en la República Dominicana, es tiempo de que los candidatos presidenciales debatan frente a la nación sus posiciones políticas y planes de desarrollo. Que le hablen con honestidad y seriedad a la ciudadanía.

Debatir no es garantía de acción futura, pero es un buen comienzo para superar la trivialidad temática en que se desenvuelven las perennes campañas electorales dominicanas.

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