El PLD que queremos

El PLD que queremos

El Partido de la Liberación Dominicana ha retomado su octavo congreso comandante Norge Botello, con el propósito de dar cumplimiento cabal a la agenda del mismo y para ello está realizando una serie de asambleas regionales con su dirigencia a los fines de orientar, entre otras cosas, respecto a una consulta nacional que se haría a los miembros de esa organización política de la cual surgiría una idea general del tipo de partido que se quiere.

Como se ha enseñado desde su fundación, el PLD debe sostenerse sobre los tres grandes pilares que le dieron origen y que el profesor Juan Bosch, su único maestro, líder y guía, enseñara de forma incansable, dígase: el centralismo democrático, la unificación de criterios y el sentido de la autocrítica. Para Don Juan la puesta en práctica de estos principios garantizaría que las decisiones de la mayoría siempre serían respetadas, que el partido se presentara ante el pueblo dominicano como un solo cuerpo, luego de dirimidas las diferencias en el seno de sus organismos y sobre todo habría garantías de que el análisis permanente del accionar de sus miembros permitiría tomar las medidas pertinentes para corregir las desviaciones.

Sin embargo, en la práctica no ha sido de esta manera y no pretendo en este escrito señalar culpables pues ellos ya se dan por aludidos. La realidad ha sido, que a pesar de ser el PLD el proyecto político que mayor apoyo ha concitado en los últimos dieciséis años, se ha ido convirtiendo en una estructura electorera, donde sus organismos accionan solo para esos fines y en esos momentos, donde la actividad empresarial, gubernamental y de sectores económicos se solapan con el accionar partidario llegando a imponer figuras en las estructuras de dirección de la organización, que al pasar el tiempo evidencian altos niveles de inconductas y amparándose en la disciplina partidaria, pretenden encontrar solidaridad ante el alud de cuestionamientos por su accionar.

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