El PLD y Leonel Fernández, en su segunda oportunidad

El PLD y Leonel Fernández, en su segunda oportunidad

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y su líder el doctor Leonel Fernández recibieron en las recientes elecciones una segunda oportunidad de afianzarse como principal fuerza política nacional con un crecimiento sin precedente en su votación del 159 por ciento en relación al 2000, y ahora sin debérselo a otro partido.

Empero es significativo que el partido morado pudo lograr la victoria en la primera vuelta por el 8.09 por ciento de los votos válidos que le aportaron los seis partidos con los que se alió para estos comicios, lo que debería aleccionarlo para evitar la pugnacidad y el sectarismo que se le atribuyó en la gestión 1996 00, citados como causas de su derrota.

Al igual que hace 8 años el doctor Fernández y el PLD vuelven a gobernar con la mayoría del Congreso y los municipios en manos de la oposición, esta vez más concentrados en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con la diferencia fundamental de que ahora se encuentra con una grave crisis económica.

[b])Votos de propia cosecha?[/b]

En el análisis de los resultados de las elecciones del pasado mes resalta la alta proporción y el crecimiento registrados por la candidatura de los doctores Leonel Fernández Reyna y Rafael Alburquerque, sustentada en el PLD y otros 6 partidos aliados.

Sólo el profesor Juan Bosch en la primavera democrática de 1962 había obtenido en elecciones libres un porcentaje superior (59 por ciento) al 57 por ciento que acaban de registrar los peledeístas.

Aunque precisó del 8 por ciento de los votos válidos que le aportaron sus seis aliados para ganar la presidencia en primera vuelta, el PLD como partido registró un extraordinario crecimiento de más de un millón de votos, equivalentes al 135 por ciento, en relación a los comicios del 2000, cuando salió del poder con 753 mil 349 sufragios, apenas el 23.58 por ciento.

El aporte de sus aliados creció descomunalmente, pasando de los 43 mil 574 del Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS) hace 4 años, a los 292 mil 494 cosechados ahora por el mismo partido y otros seis que apoyaron la candidatura del partido morado. Esos 248 mil 920 votos más implican un crecimiento del 571 por ciento.

El 49 por ciento obtenido ahora por el PLD es diez puntos superior al 39 que registró en la primera vuelta de 1996, cuando fue indiscutible que los votos que le prestó el caudillo reformista Joaquín Balaguer fueron fundamentales para sobrepasar la mitad y ganar en la segunda ronda. Esta vez el 8 por ciento aportado por sus aliados se distribuye entre seis. Le debe a todos, pero a ninguno en particular.

Lo que algunos analistas se preguntan es si en realidad ese 57 por ciento de votos obtenidos por la fórmula Fernández Alburquerque es de su propia cosecha y qué proporción expresa el rechazo al PRD y más particularmente a la gestión del presidente Hipólito Mejía y su PPH, que se le sobrepusieron. Por lo menos una parte considerable del 8 por ciento aportado por los aliados tiene el sello de «voto golondrina». No los quisieron atribuir directamente al PLD.

La consideración remite a los comicios de 1990, cuando el PLD disputó la presidencia al doctor Joaquín Balaguer, quedando 35 a 34 por ciento, tras graves denuncias de irregularidades. Esa vez el PRD cayó al 23 por ciento. Cuatro años después se comprobó que parte de aquellos votos peledeístas fueron pasajeros, pues en 1994 apenas logró el 14 por ciento, con sólo un senador y 14 diputados.

Uno de los errores analíticos que pudieran cometer los estrategas del partido morado es considerar que, como pregonaban los perredeístas, todos los votos obtenidos son propios. Lo mejor que pueden hacer es considerar que una parte le puede emigrar con la misma velocidad con que le llegaron.

[b]Mejor perspectiva política[/b]

La diferencia fundamental es que ahora tanto el PRD como el Partido Reformista Social Cristiano pasan por sus peores crisis, con fuertes divisiones internas y descrédito y sin José Francisco Peña Gómez ni Joaquín Balaguer para reunificarlos y reimpulsarlos.

El nuevo gobierno peledeísta luce en mejor perspectiva de afianzarse políticamente de cara a un PRD que pasará por graves sacudimientos y cuya gestión podría ser objeto de denuncias por tráfico y corrupción y por la crisis económica, factores que estuvieron ausentes en 1996, cuando salió sin fisuras del proceso electoral y sin responsabilidades gubernamentales.

Habrá que esperar para ver en qué proporción se fractura la precaria mayoría perredeísta en la Cámara de Diputados. Es más difícil que la pierda en el Senado, donde tiene 29 de los 32 escaños y es menor la disidencia.

La experiencia política de su anterior gestión gubernamental debe obrar a favor del PLD, que no debería repetir el aislamiento en que se consumió hasta el grado de haber sido sellado con el mote de «comesolo».

Entre 1996 y el 2000 los peledeístas no supieron negociar con el Partido Reformista, desarrollaron una pugnacidad extrema con el PRD, la Liga Municipal, la Junta Central Electoral y en la segunda mitad con la Suprema Corte de Justicia, cuando intentaron desconocer la inamovilidad de los jueces y con las organizaciones de la Sociedad Civil, a las cuales calificaron de perredeístas.

Los peledeístas necesitarían de muchas habilidades políticas para no contribuir a la reunificación del PRD y al mismo tiempo obtener algún grado de colaboración para crear un clima de confianza y armonía fundamental si quieren enfrentar con éxito las precariedades económicas, lo que además pasa necesariamente por reformas y préstamos que requieren aprobación del Congreso.

[b]Los desafíos económicos[/b]

La diferencia fundamental entre este inicio y el de 1996 es que ahora recibirán el gobierno en medio de una de las peores crisis financieras y económicas de la historia nacional y con el petróleo alrededor de 40 dólares por barril. En aquella oportunidad asumieron el gobierno con crecimiento del 5 por ciento anual y el petróleo en baja, al punto que en 1997 se llegó a cotizar por debajo de 10 dólares. En sus primeros dos años el promedio del costo del barril de petróleo osciló entre 14 y 19 dólares. En el último año cuando se acercó a 30 dólares las finanzas nacionales fueron sacudidas.

Por de pronto el nuevo gobierno tendrá que comenzar con una reforma fiscal que pasa inevitablemente por fuertes aumentos impositivos, eliminación o reducción de subsidios a la energía y el gas propano y contracción del gasto, lo que genera más inflación, conflictos y disgustos.

Esta vez el triunfo peledeista comporta mayor apoyo de masas, medias y bajas, con las consiguientes expectativas de cargos y empleos, lo que obligará a significativos despidos y dejará a una mayor proporción de votantes sin satisfacción de sus expectativas individuales, lo que también generará problemas.

Como la elección del doctor Fernández fue vinculada a la consigna de «vuelve el progreso y el crecimiento», y a una desproporcionada propaganda de que los problemas económicos solo eran fruto de la mala gestión de Hipólito Mejía, una dilación prolongada en mejorar los indicadores económicos podría generar una pronta erosión de la popularidad del gobierno.

El nuevo régimen podría debatirse en el dilema de dar pan y circo a costa del PRD o buscar concertar y apaciguar sus habilidades opositoras; de ganar terreno en el ámbito de la conciliación y la confianza para atenuar la crisis económica, o jugársela todas a la confrontación política. Los dos caminos conllevan serios riesgos.

Los resultados de los comicios de la última década, que han generado sucesivos gobiernos de los tres partidos mayoritarios, parecen indicar que el país ha entrado en el ciclo de la alternabilidad sistemática que vive América Latina desde hace un cuarto de siglo, con rápido desgaste de los gobiernos, aún los que llegan con fuertes expectativas y respaldo.

[b]Gobierno de unidad[/b]

El presidente electo ha ratificado su propósito de establecer un gobierno de unidad nacional, para lo cual cuenta con algunas ventajas, como haber surgido ya con el apoyo de 7 partidos y con evidentes simpatías en los sectores tradicionales de poder, como el empresarial y las iglesias, así como de las influyentes clases medias.

Para neutralizar al PRD y ganar terreno tendría que afianzar una alianza con esos sectores, pero son precisamente los que tendrán que dar los mayores aportes para financiar el enderezamiento macroeconómico y retomar el crecimiento.

De ahí el deseo de que fuera el gobierno saliente quien asumiera la difícil tarea de buscar consenso para la reforma fiscal. Pero evidentemente Hipólito Mejía entiende, sin que le falte alguna razón, que es al nuevo gobierno a quien le corresponde trazar políticas que determinarán el rumbo de la economía nacional por varios años. Lo justo sería que los dos equipos asumieran de conjunto la tarea, pero pocos se hacen ilusiones al respecto.

Un buen entretenimiento social, llamado a afianzar respaldo de sectores medios y altos, sería para el nuevo gobierno convocar de inmediato a una reforma constitucional, mediante asamblea constituyente, pero eso podría quedar en el simple propósito, dada la minoría legislativa con que arrancará.

Será difícil, pero los peledeístas han recibido una segunda oportunidad. La masificación les impedirá rescatar la vieja mística perdida, pero les podría ayudar a combatir la percepción de que se sienten distintos y superiores al pueblo dominicano, que según reflexión de Carlos Dore hace 4 años estuvo entre los factores que los hicieron perder el poder.

Por de pronto el presidente electo, Leonel Fernández, los ha convocado a la humildad, de la que requerirán una gran dosis, al igual que de talento político y ecuanimidad, si quieren convertir en definitivo el relevo que dictó la voluntad popular el pasado 16 de mayo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas