El PLD y su identidad perdida

El PLD y su identidad perdida

Más que los de fuera y siempre contrarios al PLD, son sus propios miembros y sobre todo algunos de sus viejos militantes, quienes están más asombrados por lo que ha devenido ese partido. Muchos de sus miembros, y de quienes desde sus particulares perspectivas opinan y se interesan de la política, dicen que ese partido ha perdido su identidad. Y sí que la ha perdido, sí que esa identidad construida en sus inicios, diluida en lo que han sido sus prácticas de vida partidaria y gobierno no la recuperará jamás. Los últimos aleteos que desde el poder y en la lucha de sus dos principales facciones que se disputan el control del mismo, son sólo dos de muchos ejemplos.
Es importante tener presente sobre qué bases el fundador del PLD, Juan Bosch, construyó la identidad de esta colectividad. Insisto, este la construyó mediante una sostenida condena y combate político contra lo que entendía significaba el entonces PRD. En la concepción sobre el significado de esa colectividad, en las descalificaciones contra su dirección y sus bases, Bosch y sus seguidores coincidían con Balaguer y el conservadurismo dominicano, en sus percepciones y descalificaciones para justificar la represión contra el PRD para mantenerlo fuera del poder. Para Bosch, esa colectividad era lo que “no debía ser el PLD”’, y con esa referencia de lo negativo fortalecía la identidad peledeísta. Hoy, esa referencia no existe. Peor aún, parte de ella ha sido integrada a ese partido…
El nuevo PLD es básicamente la suma de militantes, nuevos y viejos que se han hecho multimillonarios durante sus gobiernos de ese partido, de profesionales que han hecho carrera y fortuna en esos gobierno, de empresarios que se han integrado a las dos principales facciones partidarias para servirse del Estado y del partido para multiplicar sus negocios y de algunos ricos tradicionales abiertamente reeleccionistas para seguir multiplicando sus negocios y fortunas. Ese menjunje de sectores e intereses cobijados en una sigla, está muy lejos de ser aquel PLD que construyó una sólida identidad en la lucha contra ese caos que decía significaba el ex PRD.
Esa circunstancia, conjugada con la sórdida lucha entre dos facciones, divididas no por ideas, sino por el control de la corporación económica en que ha devenido ese partido, y de una facción en el poder que empeñada en mantener su poder comete los más escandalosos actos, como ha sido el reciente proceso de integración de la Suprema Corte de Justicia, evidencian la profundidad de la crisis de identidad/legitimidad del PLD y su gobierno, las dificultades del proyecto reeleccionista y la fragilidad y limitaciones del impacto que podría tener un eventual acuerdo entre los dos jefes/facciones enfrentados.
El PLD mantiene el control sobre las instituciones fundamentales del Estado, pero el enfrentamiento a ese dominio de diversos sectores políticos y sociales, con tendencia a profundizarse a medida que avanza la coyuntura electoral, redimensionando el posible impacto de ese control sobre los resultados de las próximas elecciones. En esta coyuntura, las posibilidades de triunfo de una sólida coalición de fuerzas políticas son amplias. La crisis de identidad y los problemas internos del PLD las potencian.

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