El pleno empleo

El pleno empleo

La brecha de empleo es la existente entre la demanda de empleo actual y la demanda de pleno empleo. No es lo mismo que la brecha del producto, que se refiere a aquella entre el producto actual y el producto potencial (ver artículo anterior). El principal objetivo de la política económica es el de llenar la brecha de empleo, manteniendo a la vez la estabilidad de precios, o sea, evitando una aceleración de la tasa de inflación.

El esfuerzo principal de Keynes en los últimos veinte años de su vida fue construir una teoría general que explicase la persistencia del problema social del desempleo involuntario en la economía capitalista, alternativa a la teoría económica ortodoxa de su época (el neoliberalismo de Marshall y Pigou) y buscar su solución a través de propuestas concretas de política económica dirigidas a lograr el pleno empleo de todos los trabajadores que desearen trabajar por el salario corriente.

En sus panfletos titulados “Can Lloyd George Do It?” (1929) y “How to Pay for the War” (1940), traza las líneas maestras sobre cómo diseñar programas de pleno empleo en periodos de depresión económica y en periodos de auge, respectivamente. En el primero de esos trabajos ya Keynes propone la creación de programas de obras públicas en gran escala para sacar de la recesión la economía y en el segundo panfleto su preocupación era cómo mantener el pleno empleo, tanto en una economía de guerra como en una economía de paz en periodos de auge, sin crear fuertes presiones inflacionarias o ahorro forzoso en detrimento de los trabajadores. El problema de la inflación comenzaba a partir del pleno empleo y a esta aceleración de la inflación le llamó la brecha inflacionaria. ¿Cómo evitar la brecha inflacionaria?

Primero, hay que definir cuantitativamente la meta de demanda de pleno empleo y luego diseñar programas de inversión pública que absorban de manera directa la mano de obra desocupada evitando el surgimiento de presiones inflacionarias. Para ello hay que hacer una distribución adecuada de la demanda de empleo, tanto a nivel sectorial como a nivel regional. Aquellos sectores en donde el sector privado esté operando a casi plena capacidad, deben evitarse. Por el contrario, los programas de inversión pública deben orientarse en sectores de actividad económica con amplia capacidad productiva subutilizada. Darle prioridad a las regiones periféricas y deprimidas económicamente, que son las que poseen las mayores tasas de desempleo.

Si a pesar de un correcto perfil de la demanda de empleo persistieran las presiones inflacionarias, se recurriría a disminuir el gasto monetario, ya sea posponiendo los nuevos proyectos de inversión, o con medidas tributarias que redujeran el consumo, pero sin poner en peligro el empleo. En un principio la eficiencia y productividad del trabajo en los programas de inversión publica llevadas a cabo por entidades gubernamentales, semi-públicas o a través de la sociedad civil, serán bajas. Pero ésta es una cuestión secundaria, que puede mejorar paulatinamente con entrenamiento y contratación de personal idóneo.

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