El poder de la injusticia

El poder de la injusticia

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Cuando el Presidente Leonel Fernández aprovechó la debilidad de la oposición y aumentando su maniobrabilidad compró las elecciones del 2004 y del 2008, obtuvo una ganancia muy perjudicial para el país: el poder absoluto. Algunos olvidan que el poder absoluto corrompe absolutamente.
Veamos la podredumbre, el estercolero en que los “cerebros” del Partido de la Liberación Dominicana han convertido el país, mediante un ejercicio infame, sucio, malsano, de la política.
Si para muestra basta un botón, les recuerdo aquella persona a quien le entregaron un cheque en un acto político en Baní, para que se cambiara de partido y poder ganar las elecciones en aquella demarcación.
Recordemos que el Senador por San Juan de la Maguana, Félix Bautista, respaldado por el PLD, cuya fortuna adquirió a la velocidad de un cohete lanzado hacia la luna, ha sido acusado de toda suerte de diabluras, hasta de donar fondos para una campaña política en Perú, donde dicen que tiene negocios y cuyos tentáculos empresariales surgen aquí y allá.
Uno se pregunta: cuál es la piel que cubre a los campeones de la impunidad ¿de hipopótamo o de cocodrilo?
¿De qué justicia se habla si todos los niveles del Poder Judicial, desde un Juez de Paz o de Instrucción hasta los Tribunales Superiores, están comprometidos y le sirven a un partido político, el PLD, que maneja los tres poderes del Estado?
¿Alguien es tan ingenuo que sea capaz de pensar que el asalto que hizo el PLD del Poder Judicial no fue para cuando se presentara una situación como la provocada por los robos descarados cometidos al amparo de la, al parecer, inagotable y profunda sima de la corrupción?
Aquellas acciones ilegales, donde se empleó una combinación entre el abuso de poder y el uso de los fondos públicos con fines particulares, lo cual es robo al erario, se realizaron a la espera de que si sonaba la campanada ellos tuvieran blindaje en todos los niveles de la administración de justicia.
De niños, jugábamos a colocar los dedos índice y mayor formando una figura similar al símbolo de número, con un hueco en medio y pedíamos, mete un dedo ahí que la cotorrita no está, para cuando el otro introducía el dedo en el hueco, clavarle la uña y provocarle un ¡ay! de dolor.
Ya ese juego no se juega, ya nadie mete el dedo en el hueco de los índice y mayor. Hace tiempo que conocemos al cojo sentado y al ciego dormido. No habrá justicia. Todo está encaminado a un fino ejercicio de la impunidad para los del gobierno y arrojar un cubo de lo que hiede sobre la oposición.

Nos mienten, pero no nos engañan.

Más leídas