El poder de los medios

El poder de los medios

Actualmente nadie discute que los medios de comunicación ejercen una notable influencia en la opinión pública y en los gobiernos. En regímenes democráticos se les considera el “cuarto poder” basado en la división tripartita e independencia de los poderes públicos consagrado en la Constitución de acuerdo con la obra cumbre, “El Espíritu de las Leyes”, del Barón de Montesquie.
Partiendo del auge extraordinario que tuvo la imprenta posterior al descubrimiento de Gutenberg (Siglo XV) que revolucionó el mundo de la comunicación y el conocimiento humano, la ciencia y la tecnología capturando del espacio las ondas hertzianas dio un impulso fenomenal al desarrollo de los medios de comunicación pudiendo trasmitir al instante vía satélite hechos y acontecimientos a nivel mundial de cualquier suceso, a una población ávida no tanto de conocer como de saber qué dicen los medios, qué cosas reportan o destacan, particularmente la TV y la prensa escrita que no deja de ser orientadora de un propósito definido y difundido en primera página, editoriales, programas y comentarios revestidos por supuesto de objetividad, veracidad e imparcialidad, por “amor a la patria y a la igualdad” virtud política sublimizada por Monstequie y, por tanto, incuestionable.
Sin embargo, no todo el mundo piensa o razona igual. Acostumbrado a navegar en sus propias aguas, otra buena parte de la población más selectiva, más crítica, analítica y exigente o quizás, simplemente, angustiada no solo por lo que se dice sino también por lo que se calla y oculta, atrincherada en la pared de enfrente, objeta, cuestiona, duda, y desconfía a sabiendas de que los medios de comunicación tienen sus marcianos favoritos, según el caso: Maduro, Trump, Putin, Odebrecht que justifican o tratan de destruir imágenes sin tener que profundizar en las causas y raíces del caos con reproducción de imágenes acomodadas o distorsionadas que responden a intereses extraños o extraños intereses, responsables en gran medida del desorden que pretenden ordenar a su modo mediante una propaganda con menos valor que la verdad que calla.
En ese sentido va unido el sector económico y político más conservador, aliado a los poderes fácticos que tumban y ponen gobiernos a su conveniencia que van por lo suyo, capaces de inclinar el fiel de la balanza llegado el momento del cambio necesario, del peligro que representa una forma distinta de hacer las cosas. En ese momento estelar los medios de comunicación son una pieza clave. Juegan un papel activo como instrumento de equilibrio, de respeto a la verdad, del derecho a disentir, de la voluntad popular que se expresa libremente en una mostrenca democracia muy poca representativa que no respeta ni siquiera sus instituciones y sus propias leyes.
La otra verdad, la que se propaga de manera mendaz y es diseminada como absoluta de manera artificiosa pretendiendo ser imparcial, es poco creíble. No llegará nunca a aplacar la flama del patriotismo de quienes aquí y en otros lugares del planeta soñaron y sueñan aún con un nuevo amanecer.

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