El poder de los sueños

<p>El poder de los sueños</p>

MARIEN ARISTY CAPITÁN
En aquella época aún creía en los sueños. Las películas, los dibujos animados y los cuentos me llevaban a ello: si cerraba los ojos, y deseaba lo que sea desde lo más profundo de mi corazón, vería cómo las quimeras dejarían de serlo sin importar qué tan lejos quisiera llegar.

Así alcancé el poder. De la nada, casi como si fuese un regalo, me convertí en la primera presidenta de la República Dominicana. Aquel día, segura de que resolvería las injusticias del pueblo, fui realmente feliz.

Poco a poco, sin embargo, la realidad fue demostrándome que mi intención no era más que una utopía. El país estaba destrozado, la economía colapsaba, la corrupción nos ahogaba y yo, obnubilada por los aduladores que decían que todo estaba bien a pesar de que mi mandato se desmoronaba, me perdí en medio de la vanidad.

Destruida, aunque sin saberlo aún, mi agonía fue mayor cuando alguien me recordó que había perdido lo más importante que tuve un día: la intención de reivindicar a los que nada tenían y, con ello, alzarme con la gloria y pasar a la historia como la única y gran presidenta de la Nación. Cuando quise recapacitar ya era tarde; nadie quería saber de mí.

En ese instante las lágrimas me hicieron despertar. Todo había sido un sueño, yo era periodista y, para mi suerte y ventura, no había lastimado a nadie. Entonces pensé por qué había soñado aquello. La respuesta no tardó en llegar.

Viendo a Danilo Medina en un gran titular, entendí el mensaje que me había llegado. El esbozaba, con seguridad, lo que hará si llega a ser Presidente. Como yo, el ex funcionario dice tener el mejor proyecto de gobierno que cualquiera pudiera imaginar. La diferencia entre nosotros, sin embargo, es abismal: mientras mi proyecto fue onírico, el suyo real; y mientras yo desperdicié la oportunidad en una fantasía, él lo hizo cuando tuvo la oportunidad.

Aunque es evidente que no lo podemos responsabilizar por todo cuanto ha hecho el gobierno, no podemos obviar que Danilo Medina tenía un cargo muy importante en el Palacio Nacional. Por tanto, estaba en el lugar ideal para poner en práctica sus ideas a favor del Estado. El que no lo hiciera puede tener varias lecturas. Yo me quedo con dos: o no fue lo suficientemente locuaz para que el presidente Leonel Fernández le escuchara o, en el peor de los casos, fue tan mezquino que nunca habló de ellas.

A pesar de que hoy habla como si fuese de otro partido, Danilo es tan responsable de las decisiones que ha tomado el gobierno como los demás funcionarios que ocupan o han ocupado alguna posición en el engranaje gubernamental.

En lugar de reparar en eso, o trabajar por el país, ahora su discusión y la de muchos otros políticos se centra en el “fantasma” de la reelección. Todos, oficialistas o no, hablan acerca de lo pertinente o dañina que puede ser. Pero ella, a mi juicio, no es mala en sí misma: depende de lo que haya hecho el gobierno en cuestión. Si es bueno, ¿qué de malo tiene el que continúe trabajando para el país? En caso contrario, el pueblo lo rechazará en las urnas (si no pregúntenle a Hipólito Mejía).

Lo más triste de este caso es que la lucha que están librando no es porque les interese combatir la reelección: la intención real es quitar al presidente Fernández del camino para tener la posibilidad de lograr el sueño de alcanzar la Presidencia.

Sin cuestionar el que sean o no opciones de poder, el que estén en su momento o deban esperar, insisto en que los peledeístas tienen que trabajar y dejar de perder el tiempo en acabar a su propio gobierno con discursos tan sucios como insensatos.

Quizás, como las ansias de poder y las mezquindades pueden más que hacer el bien por el país, no se dan cuenta que sólo están ayudando al candidato de la oposición. Yo, mientras tanto, sueño con que no terminemos en la mar más bella.

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