El Poeta en Rentas Internas

El Poeta en Rentas Internas

Llegó una mañana cualquiera a la Dirección de Rentas Internas. Año 1958. Se constituyó en un dolor de cabeza para los encargados de Archivo y  Correspondencia.

Restó dos personas al departamento: una que se necesitaba y el recién llegado que “trabajaba” en los pasillos del viejo Palacio de Borgellá, piropeando a todas las empleadas.

Decía que Joaquín Balaguer no lo nombró para trabajar, que él protegía los escritores y poetas.

El cuello de la camisa siempre “lullido” y sucio, pero  nunca dejó de vestir una corbata que caía sobre su pronunciado abdomen.

¿Los zapatos? Habían sido brillados poco después del ciclón de San Zenón, en 1930. Caminaba con la cabeza hacia arriba y la mirada en lontananza, si lo definimos con sus palabras: tenía, “un aire aldeano.

 Nos conocimos e iniciamos una relación de amistad que duró para siempre. Enamorado de la palabra, le llevé algunos textos fruto de la tristeza y la desesperanza, su generosidad era tal que a partir de entonces me llamaba “poeta”. Suerte que siempre supe que tal apelativo era fruto de su generosidad.

Algunas tardes lo acompañaba a casa de la poeta doña Victoria Amiama Tió de Cabral, fina dama que acogía en su residencia a poetas y propulsores de los que recuerdo a Carmen de Gómez Mejía, una señora colombiana que trabajaba para El Caribe en el área cultural.

Fue en esos tiempos, 1957-1958, que el poeta comenzó a enseñarme algunos de los textos que conformaron su obra “Otoño y poesía”, dedicado a la doctora Josefina Pimentel Boves, a la sazón gobernadora provincial de San Cristóbal.

Como no debía usar su nombre, bautizó su dulcinea como Hoppi Lilas (la grafía puede ser diferente).

El poemario dedicado a Hoppi se tituló “Otoño y poesía”.

Lo sometió al Concurso de Poesía y se comentó que no obtuvo el premio porque era un borrachín; la distinción fue discernida al poeta Antonio Fernández Spencer.

Su protesta contra tal decisión produjo estos versos:

“Vámonos poesía compañera de mi alma

Como yo, tú eres libre, no dependes de nadie

Oh hermanos ilotas, tan vergonzosos de la primavera

Si podemos hacer buena poesía

Podemos beber romo donde quiera”.

Pasados los años escribió “Canto al presentido petróleo de mi Patria”  quería que se hundiera más para que la corrupción no dilapidara sus beneficios.

Años después, al comentar, en Moca, una de las obras del polígrafo don Julio Jaime Julia, fue puesta a circular, al mismo tiempo, la Obra Completa de ese que Andrés L. Mateo llama “poeta maldito” e hice el relato del poeta a quien me refiero hoy: Juan Sánchez Lamouth.

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