El policía tuvo razón

El policía tuvo razón

Barack Obama está haciendo historia. Cuando concluya su mandato, con el auxilio del Creador, será reconocido como hombre singular. Con la cumbre de la cerveza sentó un precedente que será tenido en cuenta. Nunca tendrá que admitirse como fallo jurisprudencial, puesto que el caso no se dirimió en un tribunal. Además, Obama quiso, únicamente, abrir la mente a la búsqueda de soluciones en las disputas humanas, al conciliar al catedrático y al policía.

La cumbre de la cerveza evitó que la arrogancia de un equivocado académico generara inquietudes sociales incómodas e innecesarias. Henry Louis Gates es ese catedrático de la Universidad de Harvard que intenta violentar las puertas de su casa. James Crowley es el sargento policial que observa a un negro forzando las puertas de una vivienda. ¿Cuál es el trabajo de este policía? Impedir que un ladrón penetre en propiedades ajenas. Gates rehúsa obedecer al agente. ¡Esta es mi casa!, argumentó, sin duda.

El papel de un policía es mantener la incredulidad ante quien rompe una puerta. Después de todo, ¿qué razones puede presentar el dueño de una propiedad para sostener que sus derechos sobre ella lo autorizan a violentar una puerta? La pérdida de las llaves puede ser convincente, únicamente en caso de que se auxilie de la vecindad. Y haga parte de ello a la autoridad. Gates no recurre a esta última y por el contrario, la confronta. El supuesto agravio racial no debió esgrimirse jamás en caso patente de sospecha por escalamiento en la vivienda. Gates, por supuesto, reclama que penetraba a su casa. El procedimiento elegido resultó inapropiado, aún cuando adujo la pérdida de la llave.

Gates debió sentirse avergonzado. Lejos de ello, llamó al Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Cierto que llamaba a su amigo, pues el mandatario estudió en dicho centro académico. Pero el argumento de Gates de que fue víctima de una agresión por diferencias raciales es inválido. Para el agente, que evidentemente desconocía la calidad de la persona a quien sorprendió forzando una puerta, el caso era de robo flagrante. Pretencioso, Gates entendió que su conocimiento de sí mismo invalidaba o suplantaba el acto preventivo del sargento. Por ello armó un escándalo por nada.

Con paciencia y resignación Obama quiso complacer al amigo. Sabe que sufre un trastorno casuístico, tras una velada de cuestionamientos a su orgullo. Por ello, en plan de Salomón ante las madres que disputaban al niño, reunió, con el vicepresidente Joe Biden a su lado, al académico y al agente. Pero hizo más al señalar que con esta reunión deseaba enseñar al pueblo estadounidense a dirimir conflictos como el que motivó un escándalo a todas luces insignificante e innecesario.

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