El poliedro social

El poliedro social

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Es una burla y una afrenta contra la miseria y los míseros, que los miserables piensen que los demás somos tan idiotas, que no nos damos cuenta de que ellos bailan, beben, comen y disfrutan sobre el grito desgarrador de cientos de familias dominicanas a las cuales les falta uno o más miembros debido a la terrible tragedia provocada por la tormenta Noel. Leer la prensa, escuchar la radio, ver la televisión es un ejercicio interesante que enseña cómo se le dedica más espacio a las fruslerías que a la tragedia nacional de un pueblo cuya hambre ancestral hay que saciar. La vida sigue y nadie la detendrá.

Pase lo que pase, mañana saldrá el sol. Iluminará la miseria de siempre, multiplicada por el descuido, la corrupción, la falta de sensibilidad de gobernantes a quienes el pueblo entregó la esperanza para que la convirtieran en realidades.

De algún lado sale la opulencia en la que vive un pequeño porcentaje de la población que parece no percatarse de que con su mal ejemplo alimentan la bomba de tiempo de la protesta popular.

Desde siempre lo comento con amigos: el Sha Reza Pahlevi, de Irán, ciego, sordo y engreído  creó el que entonces era el cuarto ejército del mundo. El boato, el gasto incontrolado en joyas, lujos y caprichos, enseñó al pueblo iranio que debía cambiar de rumbo, ya que estaba olvidado y se le impedían hasta las sobras del pastel.

Los primeros días la guardia mató uno, otro, dos, tres; en los entierros la guardia tuvo que matar cada vez más iraníes, más compueblanos, más familiares de los soldados, quienes un día decidieron que era mejor para su país salir de uno que seguir matando a muchos.

El orgulloso, enfatuado y minusválido de la vista y de los oídos, Reza Pahlevi, fue a dar con sus huesos a casa del carajo, a una islita desconocida hasta que lo alojaron en ella, como se hace con los perros, lo mandaron a morir donde no hieda.

Eso le pasa a quienes olvidan que todos tenemos derecho a  ser «dichosos invitados a la mesa del Señor».  Producen un efecto negativo exhibiendo riquezas cuyo origen, en la mayoría de los casos, no pueden explicar como decente, honesto y fruto del trabajo como comerciantes o como profesionales.

Mientras hay quienes pierden la vida porque creció el río y no tienen dónde dormir, no saben cuándo comerán, nunca tuvieron trabajo fijo y remunerado, al mismo tiempo otros celebran fiestas por cualquier quítame esta paja y piensan que si donan, de mala gana y a contrapelo de su voluntad, dos o tres centavos para los damnificados, contribuyen a la paz social del país.

Un somero vistazo a la prensa muestra y demuestra cómo los intereses de los que tienen algo que perder, se  confunden y actúan de espaldas y contra los intereses de la mayoría, como si nunca la soga se fuera a romper por lo más grueso.

No se extrañen. Felizmente ya ha sucedido y como no hay mal que dure cien años…

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