El populismo de Ortega lucha contra viejas memorias

<P>El populismo de Ortega lucha contra viejas memorias</P>

En la cima de una colina en el centro de Managua, una maestra de escuela primaria sirve de guía a los niños ante las muestras de la revolución nicaragüense de 1979: dos tanques oxidados ocupados por los rebeldes sandinistas de izquierda a la dictadura de Anastasio Somoza 

El gobierno sandinista que siguió ya es un recuerdo distante para ella, y cuando su líder, Daniel Ortega perdió el poder en 1990, ninguno de sus alumnos había nacido.

Pero a pesar de las borradas memorias y la aparente falta de interés de los niños, pronto rompieron filas para rodear una norme figura de acero de Augusto César Sandino, el revolucionario de principios del siglo XX t héroe del partido Sandinista- las perspectivas de un regreso del señor Ortega al poder de repente son reales.

Es una preocupación para Estados Unidos. Las políticas de izquierda del señor Ortega y su retórica anti-norteamericana siempre le han parecido mal a Washington, que durante los años de 1980 financió a las ilegales grupos paramilitares Contras para desestabilizar el gobierno electo del señor Ortega.

Entonces, el interés de EEUU estaba motivado por la decisión de impedir que la revolución de izquierda respaldada por la Un ión Soviética se extendiera. Hoy, en la medida que se acercan las elecciones del 5 de noviembre, esas amenazas de guerra fría han sido sustituidas por otra: la expansión de las políticas populistas radicales promovidas por Hugo Chávez, el vehemente antiimperialista presidente de Venezuela. 

Con la abundancia de petrodólares, el señor Chávez ha empezado a ejercer una influencia creciente en la región y a EEUU le preocupa que una victoria de Ortega en Nicaragua pudiera convertir el empobrecido país en un bastión de la “Revolución Bolivariana”. 

“Lo que pasaría [en el caso de una Victoria de Ortega} sería la introducción del modelo Chávez en el istmo”, dijo Paul Trivelli, emebajador estadounidense en Managua al Financial Times.

Al caminar por el centro de Managua es fácil ver cuánto atraerían las políticas populistas de Chávez. Fuera de la grisácea catedral, con daños irreparables cauasados por el devastador terremoto de 1972 y las balaceras de de la revolución de 1979, niños descalzos piden monedas.

En los suburbios, arrasados por la pobreza, los residentes de las casuchas de cartón, yacen abrumados por el calor en viejos asientos de automóviles. El olor de basura que se quema en los vertederos de la ciudad llena el aire soporífico, y los residentes se quejan de que los apagones duran hasta 10 horas al día.

Las políticas favorables al mercado bajo Enrique Bolaños, el presidente de centro derecha, han producido indicadores macroeconómicos al parecer respetables: de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento este año será de 3.7%, y el año próximo ascenderá a 4.3%, por ejemplo.

Pero Adolfo Acevedo, un economista, dice que cerca de 78%  de los 5,2 millones de habitantes de Nicaragua siguen viviendo con menos de un dólar al día, mientras que el nivel de la educación es crónicamente bajo. “El gobierno ha cumplido con todas sus metas económicas, pero el pueblo sigue sufriendo”, afirma

En ese contexto, el señor Chávez le ha ofrecido a la población empobrecida una visión de lo que se puede alcanzar con sus generosas políticas sociales. “Operción Milagro”, un proyecto patrocinado por Venezuela y Cuba que ofrece cirugía ocular gratuita, ha restablecido la visión a cientos de nicaragüenses.

Petróleos de Venezuela (PDVSA), la compañía petrolera estatal acaba de firmar un generoso acuerdo petrolero con la asociación de alcaldes nicaragüenses, y recientemente, el señor Chávez invitó al señor Ortega a su programa de televisión semanal “Aló, presidente”.

“Daniel, no voy a decir que quiero que ganes porque dirán entonces que estoy metiendo mi nariz en los asuntos internos de Nicaragua”, dijo el líder venezolano. “Pero deseo que ganes”.

En la campaña, el señor Ortega, ahora un veterano combatiente de 60 años que se ha postulado -y perdido- en las últimas tres elecciones presidenciales, ha defendido un modelo económico “mixto”, y habla de renegociar el reciente acuerdo comercial de América Central con EEUU.

Aún así, Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, un centro de análisis en Washington, dice que buena parte de las preocupaciones de EEUU están exageradas.

“Una Victoria de Ortega no sería grande para la dinámica regional, porque Nicaragua no es tan importante”, dice. “La reacción de EEUU es desproporcionada”.

Washington ha fijado sus esperanzas, asombrosa -y estruendosamante- en dos cosas: unificar la derecha dividida, y en el rechazo instintivo que muchos nicaragüenses todavía sienten  contra el señor Ortega.

Lo primero continúa resultando difícil. EEUU hasta ahora no ha logrado negociar una alianza entre Eduardo Montealegre, un joven candidato partidario de los negocios, de la centro-derechista Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), y José Rico, el candidato del Partido Liberal Constitucional (PLC).

El Segundo factor es menos problemático. Mientras que muchos nicaragüenses, cerca de 20% según algunas encuestas, siguen indecisos, elecciones anteriores han mostrado que la mayor parte de estos electores se vuelven contra Ortega en el último momento.

Ana María Montenegro, una abuela, propietaria de un restaurante en Managua, está segura de que el veterano líder de izquierda no retornará al poder.

 “Cuando la gente va a votar empieza a recordar lo que resultó su gobierno”, dice. “Se acuerdan del servicio militar, las filas para comprar alimentos, la miseria que sufrimos”.

Si el gobierno de EEUU sigue interesado en en parar Al señor Ortega -y evitar que el señor Chávez gane un espacio en la región- estará deseando que los nicaragüenses tengan una muy6 buena memoria.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION 

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