El populismo energético de EEUU

El populismo energético de EEUU

Comentario Editorial
Mark Twain dijo que todo el mundo se queja del tiempo pero que nadie hace nada al respecto. Lo mismo pudiera decirse de la dependencia de Estados Unidos del petróleo. Desde Richard Nixon, se ha vuelto algo normal para los presidentes estadounidenses reclamar la independencia energética, pasó como quejarse de la decadencia de los valores morales. George W. Bush, quien hablará sobre el asunto hoy, no es excepción, después de declarar que EEUU es “adicto al petróleo” en su alocución de enero sobre el Estado de la Nación.

Desde entonces, el señor Bush ha hecho poco por explicar cómo destetaría a EEUU del petróleo. Al contrario, los legisladores han entrado en el vacío con una lista cada vez más surrealista de propuestas para contener los altos precios de la gasolina. Algunas, como la idea republicana de distribuir US$100 en ayuda a los contribuyentes, o el plan demócrata de suspender por dos meses el ya bajo impuesto de 18.4 centavos por galón, han generado merecidas carcajadas. Otras, como las acusaciones de que las principales compañías petroleras manipularon los precios después de los huracanes “Katrina” y “Rita” probablemente no lleguen a ninguna parte. El lunes, la Comisión  Federal de Comercio dijo que no había encontrado pruebas de colusión. De todas formas, los senadores tendrán audiencias sobre el asunto.

Esto deja una serie de otras iniciativas del Congreso, algunas de ellas sensatas, otras no, pero que en su totalidad harían poco por acercar EEUU a una estrategia coherente de estrategia energética. De estas, la más familiar es un plan para abrir el Ártico a la perforación n. Sin embargo, los nuevos suministros necesitarían años para entrar en el flujo y serían muy reducidos para tener un impacto global en los precios del crudo. Otra penalizaría a las compañías petroleras por lo que se considera un exceso de ganancias, con la eliminación de las exenciones para la exploración en el Golfo de México.

Esto es a pesar del hecho de que nadie propone compensar a los grandes de la industria cuando desaparezcan los márgenes de ganancias en el extremo opuesto del ciclo. Finalmente, hay un número de ideas inobjetables, pero marginales, para estimular la inversión en combustibles alternativos, como el etanol de celulosa, celdas de combustible de hidrógeno y carbón gasificado.

Lo que falta es fe en las soluciones que mueve el mercado. Mientras que resulta comprensible que los políticos estén reacios en un año de elecciones permitir que la gasolina cueste casi US$3 por galón, el sector privado ya está desviando fondos sustanciales para la investigación en otras tecnologías. Algunos combustibles alternativos, como el etanol a partir del maíz, son eficiente desde el punto de vista energético, y están subsidiadas por el Congreso, en gran medida, por motivos políticos: el maíz se cosecha principalmente en los estados indecisos del Oeste Medio.

Sin embargo, alternativas probadas, como el etanol a partir del azúcar, que se produce en Brasil, están sujetos a duras tarifas a solicitud del “lobby” azucarero de EEUU. Mientras tanto, la lista de exenciones de impuestos y subsidios para el consumo y la producción de gas se hace más larga cada año. Los precios del gas en EEUU pudieran estar altos de acuerdo con normas pasadas, pero siguen siendo muy bajos en relación con los de Europa. El señor Bush pudiera inyectar coraje y realismo en el debate si dijera por qué todavía debían ser más altos.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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