El porqué

El porqué

Al leer la noticia principal de nuestra edición de ayer, miércoles, algunos trasnochados pensarán que se trata de un «plan del imperialismo» para justificar ulteriores travesuras de geopolítica, como sería, digamos, hacer viable el manoseado proyecto que fusionaría a República Dominicana y Haití.

Sin embargo, una evaluación descarnadamente crítica de nuestra evolución (¿o involución acaso?) como Estado, nos colocaría sin mucho esfuerzo en el camino de la realidad, y probablemente terminaríamos por admitir que tenemos condiciones y vocación para calificar como Estado fallido o inviable.

Un soporte contundente para el aserto anterior es la proporción de deserción escolar en el nivel primario de la enseñanza. El Gobierno, específicamente la Secretaría de Educación, confiesan que un 47% de los escolares deserta antes de concluir la Primaria. La proporción es escandalosa hasta para una simple aldea, y ni qué decir si se trata de un Estado.

Y si ahondáramos más en el asunto, deduciríamos que de ese 47% que deserta antes de completar la primaria, muy pocos o ninguna retorna a algún medio de enseñanza.

La otra cifra que nos lleva a calibrar como merecida la vocación de Estado fallido que se nos atribuye es el hecho de que en el 53% de los escolares que llega a sobrepasar el ciclo de la enseñanza primaria hay una altísima proporción de repitencia.

Si la educación es el verdadero motor del desarrollo, al paso que vamos apenas involucionamos y, por tanto, nos ajusta como anillo al dedo esa vocación de Estado Fallido.

Algo más preocupante que las cifras anteriores es que ni este ni pasadas administraciones han hecho nada por revertir esta marcha hacia el atraso.

Hay muchos otros porqué, que todos conocemos y que contribuyen a degradar nuestra condición de Estado. Pronto volveremos sobre el tema.

De orden

La terminación de los trabajos de reparación de la Catedral San Pedro Após tol es una cuestión de orden, que ni siquiera debió justificar un reclamo masivo de la feligresía católica de San Pedro de Macorís.

Además de templo católico de primer orden, la Catedral San Pedro es parte del patrimonio monumental histórico cuya preservación es una responsabilidad del Estado.

No hay justificación para que esas reparaciones hayan sido paralizadas desde hace cinco años, sobre todo porque en ese tiempo se ha destinado dinero y esfuerzo a menesteres menos importantes.

En ocasiones, la apatía y la irresponsabilidad de los gobiernos tienen como contrapartida reacciones como la de los feligreses católicos que se han manifestado para exigir la reparación de la catedral.

Quien tenga a su cargo estos asuntos, que resuelva los problemas que motivaron la paralización de los trabajos, y si hay responsabilidades que censurar que no se vacile en hacerlo.

La cuestión es que el patrimonio monumental del país merece atención, y menos mal que en el caso que nos ocupa, la Catedral San Pedro Apóstol tiene una feligresía católica que da la cara por ella.

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