El Ppico

El Ppico

El buen cine presenta un reflejo de la vida del cual podemos aprender, si estamos dispuestos, aunque se trate de un ejercicio de futurología.

No recuerdo el título pero sí el excelente argumento: el helicóptero norteamericano es derribado en Manhattan, Nueva York, en un momento del futuro. La ciudad ha sido convertida en un montón de ruinas, refugio de sabandijas humanas y detritus sociales.

La autoridad no podía entrar a la ciudad, tomada por el tigueraje, para buscar al mandatario estadounidense. Alguien, conocedor del tigueraje decidió buscar un guerrero solitario, poseedor de todas las habilidades físicas y experiencias en pelea sin armas, así como con todo tipo de instrumentos. Soltaron al tíguere en el destruido Manhattan y logró rescatar al Presidente.

Como preocupado por la seguridad ciudadana me permito recordar el Programa Policial de Integración Comunitaria (PPICO) iniciado bajo el gobierno de Joaquín Balaguer, cuando ocupaba la Jefatura de la Policía el general Luis Núñez Guzmán (La Soga).

Ese programa integraba a religiosos católicos y protestantes, empresarios jóvenes e industriales de experiencia, maestros, educadores, artistas, y líderes comunitarios, entre otros.

El PPICO se convirtió en una correa sin fin entre el barrio y la autoridad. Se vaciaron las letrinas cegadas con una buena aplicación de cal, se gestionó y logró llevar el agua del acueducto y luego el asfaltado de las calles. Se colocaron grandes bombillas para acorralar la oscuridad nocturna, se trabajó con las escuelas, con los maestros, con los estudiantes.

Y se dispuso de un plantel de policías jóvenes y capaces, con experiencia y entrenamiento adquiridos en el extranjero, enamorados de la prevención, quienes lograron lo que para entonces era casi un milagro: la pacificación de los barrios.

Lástima que celos y malquerencias se impusieran para descontinuar su aplicación que produjo entre otros resultados, que durante dos años no se emplearan bombas de gases para contener protestas.

Daba gusto experimentar la cooperación con la autoridad y el calor con que eran tratados los policías que se ganaron el respeto de las comunidades.

En el gobierno del Presidente Hipólito Mejía, el país ganó un concurso internacional de la Organización de Estados Americanos que premió el trabajo que presentó la Policía, expuesto en Washington y en Montreal por mi hijo mayor el Coronel (Ret) P. N. Julio Heberto Gautreaux Martínez.

Ese programa piloto no pudo ser ejecutado por la negativa del jefe de la PN, general Jaime Marte Martínez, quien rehusó facilitar los agentes necesarios para el programa, esta vez con la ayuda económica, de equipos y de agencias tan experimentadas como la Real Policía Montada de Canadá.

La seguridad ciudadana requiere de algo más que una ocupación policial militar, la cual quitará el dolor de cabeza momentáneamente, pero no atacará el mal de raíz.

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