El PRD

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JOSÉ LOIS MALKUN
Al margen de mi amistad personal con Hipólito Mejía y su familia, que viene de muchos años atrás, nadie puede decir que tengo una posición sectaria con respecto a los demás lideres y dirigentes del PRD.  No he ocupado cargos directivos y dirigenciales en este Partido.

Y si bien he ocupado posiciones públicas importantes desde los gobiernos de Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco hasta el pasado Gobierno de Mejía, siempre he tratado de llevarme bien con todas las tendencias y con todos sus personajes históricos. La verdad es, y quiero confesarlo en este artículo, que mi acercamiento al PRD viene de mi antibalaguerismo en esos sangrientos doce años. O sea que mis opiniones sobre lo que voy a decir aquí no reflejan otra cosa que la necesidad de que este partido recupere su liderazgo y opción de poder, que es muy alta por la solidez de su militancia, como también por los acontecimientos que se avecinan, viendo cómo el actual Gobierno sigue posponiendo decisiones económicas y sociales importantes que pueden llevar al país a un callejón sin salida.

En primer lugar, el actual presidente del PRD es una persona capaz para dirigir los destinos de esa organización.

Además, no es responsable de la derrota del 16 de mayo y su decisión de apoyar la alianza electoral con el PRSC fue correcta, digan lo que digan. Sin embargo, el presidente del PRD debe tratar de no profundizar los conflictos internos para mantenerse en el cargo, reconociendo que siempre alguien paga los platos rotos.

Si logra consenso para su permanencia, está bien, pero si existe una fuerte oposición a su continuidad, debe darle paso a otro dirigente para que asuma la presidencia del partido.

De lo contrario, la situación interna se deteriorará y eso puede liquidar las posibilidades de triunfo en la contienda del 2008, no importa lo bien o lo mal que le vaya al PLD.

Yo creo que a Ramón Alburquerque le sobra inteligencia para entenderlo y sabiduría para tomar la mejor decisión para su partido.

Y el Presidium debe mantenerse en reunión permanente hasta que ésto se deje claro y nadie mencione más el tema.

El presidente del PRD tampoco debe ser un aspirante presidencial. Y esto debe quedar claro, cualquiera que sea la decisión final.

En segundo lugar, y bajo esas mismas premisas, creo firmemente que otros aspirantes que han estado haciendo campaña por más de dos décadas para llegar a ser candidatos presidenciales de ese partido, deben anunciar públicamente que ya no volverán a aspirar.

Es algo así como limpiarle el camino a una nueva generación. Sólo pensar en una lucha interna, larga y desgarradora entre cinco o seis aspirantes para alcanzar la candidatura presidencial por el PRD para el 2008 produce pesadilla y un olor desagradable a otra debacle total. Si el PRD quiere volver a ser una opción de poder en dos años, debe acordar un candidato de consenso de aquí a diciembre o como mucho antes de mayo del 2007. Hay medios para definir ese candidato previo a una convención, si de verdad se quiere mover desde ya esa poderosa pero golpeada maquinaria electoral perredeísta.

Y ese candidato debe dar confianza, frescura, opción de poder y equidad total entre las diferentes tendencias del partido.

Pero más importante que todo eso, es la atracción que su figura puede ejercer en los sectores independientes.  Porque aquí no se gana sin contar con esos sectores.

Por su parte, esos tradicionales aspirantes que aún poseen su base de apoyo, en adición a deponer sus aspiraciones electorales para darle paso a un candidato de mayor consenso, tienen que integrarse plenamente a la lucha electoral, evitando toda clase de manifestaciones públicas conflictivas.

Algunos dirán que este pendejo de Malkun está soñando y se ve que no conoce al PRD.

Otros supondrán que ya estoy definido con un candidato y que por eso trato de descalificar a todos los dirigentes históricos del PRD para llegar al poder.

En verdad, reconozco que algunos de ellos tienen las cualidades y méritos para ser candidatos presidenciales por el PRD.

Pero los tiempos y las circunstancias cambian.

Y hoy, si el PRD quiere volver a ser una opción de poder, tiene que tomar decisiones que nunca antes ha tomado. Y quizás nadie imaginó que tenía que tomar.

 El dirigente que no lo entienda así esta condenado a peores fracasos políticos, llevándose al partido por el medio.

Y las bases del PRD, que han mostrado una convicción partidista pocas veces vista en América Latina, no se merece otra debacle electoral. Para concluir, quiero sugerir tres cosas adicionales: La primera, déjenle el terreno abierto al PLD para que ocupe los cargos dirigenciales en el Congreso, la Liga y la Cámara de Cuentas. Los perredeístas no deben cabildear cargos porque eso es enterrarse políticamente.

 Dejen esa vaina de lado y aprendan de las experiencias pasadas. Segundo, hay que admitir que las alianzas siempre son productivas.

Muchos partidos han ganado por las alianzas. Si el PRD puede mantener su alianza con el PRSC, que la mantenga, pero que ésa no sea su prioridad en estos momentos.

Y tercero, pónganse las pilas y comiencen a neutralizar el monopolio mediático del partido en el poder. Abran fuego contra esa estrategia y busquen sus espacios para denunciar las barbaridades que a diario ocurren ante la mirada impotente de la mayoría de la gente.

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