El PRD ante la sociedad

El PRD ante la sociedad

LUIS R. SANTOS
Regatearle al PRD sus aportes a esta sociedad sería mezquino, sería una injusticia no reconocer sus luchas a favor de las libertades, en favor de la puesta en vigencia de un sistema político que garantizara el respeto a los derechos humanos fundamentales, al igual que sus esfuerzos por la democratización del país. Sus contribuciones están ahí, no necesitan ser debatidas. Sin embargo, cabe preguntar: ¿Son suficientes las glorias del pasado, la historia de un partido político para merecer a perpetuidad la confianza y el respeto de una sociedad? Responderemos negativamente.

Para un partido político seguir siendo una entidad respetada, importante y necesaria dentro de la sociedad necesita mucho más que su historia. Y parece que muchos de los jerarcas del PRD entienden que sí, que sus gloriosas páginas pasadas son más que suficientes para enfilar a ese partido por el sendero del futuro. Y están muy equivocados.

Aunque se hable de renovación, existe la percepción de que el proceso no será de la magnitud que requeriría el PRD y que el grupo que condujo el proceso que terminó en debacle continuará siendo hegemónico, determinante, que las figuras más rescatables podrían ser nuevamente relegadas.

Hay dudas de que se produzca una verdadera renovación, y una verdadera renovación no consiste en sustituir caras muy conocidas por caras menos conocidas, no consiste en sustituir hombres y mujeres viejos por menos viejos, no consiste en desplazar de las posiciones a un grupo para darle paso a otro grupo. No, una verdadera renovación implica cambios profundos, en las doctrinas, en las actitudes, en la visión que se tiene de la sociedad, en el papel que juegan los partidos en el proceso de avance democrático.

Hoy más que nunca ese partido necesita valerse del término revolucionario si pretende seguir siendo protagonista del proceso; pero existe la percepción de que todo seguirá igual, y estas percepciones negativas tienen que ver con la conducta exhibida por una mayoría dirigencial que a estas alturas actúa como si nada hubiese pasado, como si su salida del poder hubiera sido fruto de una situación más o menos normal, y no de una cadena acontecimientos dolorosos que postraron a la nación.

Todavía hoy el PRD no ha sido capaz de sincerarse, no ha sido capaz de reconocer que lo hicimos muy mal.

Entendemos que el PRD necesita hacer un mea culpa y pedirle perdón a los dominicanos por los sufrimientos padecidos, principalmente en los dos últimos años de gobierno. Por nobleza debería reconocer que el poder absoluto de que disponían embriagó a muchos con poder de decisión, principalmente al grupo que disponía de mayores influencias y poderío económico, que pensaron que esta sociedad estaba definitivamente castrada y que toleraría, impasible, todas las acciones insensatas que se produjeron.

No importa que una que otra figura señera lo haga, caso de Ortiz Bosch, que en un acto poco común entre políticos pidió perdón en determinada circunstancia; pero todavía hoy el PRD, como un todo, no ha sido capaz de pedir perdón por el retroceso que vivieron nuestras instituciones en el cuatrenio pasado, por la prestancia que tuvieron personajes de la peor ralea en el gobierno, por los asesores que nos hundieron, por los desaciertos que cometieron muchos de los genios del área económica. Fíjese que en ningún momento hablo de corrupción: ese es un mal del sistema de partido, en donde nadie puede tirar la primera piedra y que debe preocupar a todos los políticos dominicanos.

Todavía hoy uno de los intelectuales del PRD, que fue ministro y aspira a la presidencia del partido, no ha sido capaz de pedir disculpas por haber apoyado la participación de los militares en la campaña reeleccionista y por la burda manipulación de propaganda durante los día finales de la campaña, una perversidad que se toleraría más a un político cualquiera pero no a un intelectual supuestamente revolucionario.

Lo cierto es que muchos dirigentes y aspirantes a dirigentes dentro del PRD aún andan por ahí con el torso tieso, muy campantes, incluso algunos tienen la valentía de grabar anuncios y hablar de que ese PRD que pasó por el gobierno es el partido de la esperanza nacional. Uno se pregunta, si ese es el partido sobre el cual están puestas las esperanzas de la nación, ¿adónde llegaremos?

Y la idea no es hacer leña del árbol caído, aunque a veces quemar un tronco podrido es un proceso necesario, a ver si surgen retoños saludables. De lo que se trata es de recordarles que el paso por el poder del PRD fue demasiado amargo para la mayoría, incluso para gente que estuvo en el gobierno, pero que tienen sensibilidad, de gente que sufrió y sigue sufriendo porque entienden que no hay intención de aprender de las lecciones, que la idea es esperar pacientemente a que la sociedad olvide, que el contrario se desgaste en el ejercicio del poder para volver a ser opción, para aceitar la maquinaria y ganar unas elecciones, tal vez para repetir los mismos errores. La idea es apostar al tiempo, hacer creer que se están removiendo los cimientos de la organización, pero así no se podrá sorprender de nuevo a los dominicanos.

Todavía hoy no han aparecido los teóricos que hayan definido el rumbo que habrá de tomar la agrupación, aunque se argumente que hay nuevos estatutos, que las autoridades serán elegidas con el voto universal, que las cosas serán distintas. Hará falta mucho más, hará falta un nuevo discurso, nuevas acciones que releguen en el seno de la organización a los dirigentes que han arraigado profundamente las prácticas más perversas dentro de un partido.

Al concluir citaré a la doctora Virtudes Uribe, la propietaria de la librería La Trinitaria, y que tuvo una amplia simpatía, casi militante, por el PRD y su líder Peña Gómez, y un día, en medio de una conversación que giraba en torna a la política, afirmó: el PRD cumplió su misión histórica, ya el PRD no tiene razón de ser. ¿Será cierto? Solo el tiempo y los pasos de su cúpula podrán despejar esta y otras interrogantes.

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