La presencia de dirigentes o líderes con fuerzas e incluso con diferencias de enfoques o estilos se puede considerar natural y positivo para el desarrollo de los partidos, siempre que entre las fuerzas actuantes exista un marco de referencia institucional, respeten las reglas establecidas, las ideas se discutan entre sus organismos, mantengan la disciplina y eviten confrontaciones que proyecten la imagen de una organización dividida. Todo ello contribuye a su fortalecimiento interno y entusiasma a quienes sienten motivaciones de participación política, más aún si se identifican con las necesidades de la gente.
En el PRD existen dirigentes o líderes nacionales, provinciales y municipales con marcada presencia, sin embargo, las confrontaciones internas que se vienen desarrollando desde hace algún tiempo han empujado gran parte de ellos a una polarización separadora. A estar de un lado o del otro. Con Hipólito o con Miguel, sin dejarle mucho espacio a las equidistancias.
Nadie puede soslayar que tanto Hipólito como Miguel han sido los protagonistas más importantes de la última etapa del PRD. Son dos de sus más valiosos activos. Lo que le ocurra a uno u otro afecta la imagen de la organización, no importa quién tenga la razón o la mayoría.
En el PRD existen dirigentes con pensamientos propios y proyectos definidos como por ejemplo Luis Abinader y Guido Gómez que ya han dado señales; sin embargo, la dinámica pos convención y el proceso electoral establecieron dos senderos definidos. Sin explicación para muchos, la raya divisoria que produjeron esos eventos se mantiene viva. Cuando aparecen rayos de luz indicando que está por amanecer y se crean entusiasmos, surgen nubarrones que oscurecen el panorama y alejan las esperanzas.
Talvez lo ideal sería que en el PRD surja un gran movimiento de abajo hacia arriba. De las bases y las dirigencias zonales, municipales, provinciales, regionales y de cuantos organismos existan, cerrando filas y estableciendo acuerdos de equidistancia; o sea, que no importe con quién pueda simpatizar cualquiera de sus miembros o dirigentes, todos se mantendrán unidos por encima de las diferencias en las cúpulas. Ello empujaría más rápido de lo que se pueda imaginar a la búsqueda de entendimientos o podría ser la gran solución.
Sería El Poder de los Equidistantes. Aquellos que se acepten mutuamente y rechacen cualquier situación que tienda a la separación. No un borrón y cuenta nueva, sino obviar todo lo que desalienta, lo que tienda a separar o a enturbiar, lo que no conduzca a alimentar el gran caudal del río madre que es el PRD. Porque gústense o no, todos forman parte del mismo palo y siempre la astilla propia será mejor.
Por el contrario, si continúan las contradicciones y descalificaciones, no importa si hacen Convención ni en qué fecha, todo podría conducir a un camino sin retorno. Si no se aceptan hoy, qué razones habrá para que lo hagan luego del evento. Solo los perredeístas salvan al PRD fortaleciendo la vía de la equidistancia.