El PRD: disciplina y poder

El PRD: disciplina y poder

RAMÓN ALBURQUERQUE
El PRD ha sido el partido más abierto en la historia del país. Se erigió en escuela política del proceso democrático. Las charlas radiales de Juan Bosch a finales del 1961 fueron el primer esfuerzo educativo sincero de las masas. La joven voz vibrante de Peña Gómez hacía la presentación de lunes a viernes. Así aprendimos los dominicanos el vocabulario de la libertad.

El PRD fue desde sus inicios, civilista, prudente, patriótico, revolucionario – al estilo del populismo latinoamericano- y ante todo, profundamente honesto. Se enseñaba, incluso, que la honestidad de una persona impedía que votara por si misma. Había que demostrar coherencia entre el pensamiento y la acción. Era el partido disciplinado que escuchaba fielmente a Tribuna Democrática. El partido de las tareas cumplidas, aunque no hubiese logística, dispuesto a los mayores sacrificios.

Aquel espíritu primario del PRD no debe morir. Es más, no puede morir. A sus sacrificios se debe en gran parte, el relativo avance del proceso democrático y el respeto a los derechos humanos. La sociedad dominicana, debe gratitud, a esa militancia romántica dispuesta a todo. El pueblo necesitará por años el PRD de las libertades. Aquel partido, primero de Don Juan, y luego, de Peña Gómez. El glorioso PRD no termina todavía.

El hombre es el mismo hombre. Los valores esenciales a su dignidad no cambian. Los valores sobre la equidad, la identidad nacional, el proyecto de nación, los ideales patrios, son los mismos. ¡Tienen que ser los mismos!

Por supuesto, cambia el costo de la vida y los salarios. Cómo negar que cinco sueldos de un guardia en 1961 (27 pesos) apenas alcancen para comprar hoy un galón de gasolina (150 pesos). Por supuesto, nada se mantiene exactamente igual. Sin embargo, la esencia libertaria del hombre continúa.

Lo que buscamos es un PRD de personas serias. Que cumplan el compromiso de la palabra empeñada. Nuestra organización merece que sus militantes y dirigentes amen más el país y el partido que su interés personal. Al final venimos al mundo a trascender y se trasciende empuñando los grandes ideales, no la pequeñez de las cosas inmediatas.

La nación, digamos la patria sin sonrojos, es producto de la conciencia de que somos trascendentes. Es consecuencia del respeto a la esencia cultural del ser humano. A su elevada misión aquí en la Tierra. Estos valores son el fundamento ideológico del PRD. Un partido que nació para alcanzar la felicidad de los dominicanos y dominicanas.

El individualismo nunca se impuso en la ideología perredeísta, porque se colocó siempre el interés nacional y partidario, por encima del legítimo provecho personal.

Es evidente, que si en el pasado, cada uno se hubiese amado tanto como ahora, no habría héroes ni próceres. No hubiera existido Peña Gómez, ni Caamaño, tampoco el ejemplo inmortal de las Mirabal, ni Manolo, Fernández Domínguez, ni otros muchos que nos honran. Tendríamos simplemente más oportunistas, y corruptos, buscando privilegios de dinero fácil.

La disciplina es fundamental. El PRD tiene que abrazar nuevamente sus grandes principios y doctrina. Somos un partido de izquierda nacido para impulsar los cambios sociales. La historia de sesenta y siete años nos denuncia. Cada proceso, cada conquista política de la sociedad dominicana está teñida con la sangre de los perredeístas. Fue el PRD la primera organización que prometió desarrollo económico social en el país. Está claro pues, que no seremos jamás de derecha, porque Peña enfurecido hablaría desde su tumba.

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