El PRD en lo de nunca acabar

El PRD en lo de nunca acabar

Este es un país con debilidades en su institucionalidad para el ejercicio electoral sea para la búsqueda del poder o para el desenvolvimiento de los procesos internos de los partidos políticos. Con una deplorable ausencia de reglas que sometan a las entidades a la actuación digna en arreglo a leyes que tracen cauces a su accionar y que propicien un arbitraje que asuma como obligación insoslayable y con absoluta imparcialidad, la administración de los procesos. Las propias organizaciones partidarias, mediatizadas por intereses de grupos y de dirigentes, son determinantes para que el vacío de reglas de juego se mantenga.

Hoy toca en la palestra una consulta de votos convencionales en el Partido Revolucionario Dominicano que muestra perfiles confusos, que mueven a escepticismo y que serviría probablemente para que la división en tendencias que padece el perredeísmo se agudice con un sector militante y representativo enfrentado desde tienda aparte a la hegemonía que desde lo formal ejerce otro sector con dominio de símbolos y franquicia.

El papel que en las prácticas democráticas ha cumplido tradicionalmente el PRD va a estar a prueba en esta fecha utilizándose como base para la consulta de voluntades un padrón agudamente reducido en comparación a los números de sufragantes anteriormente alcanzados. Sería difícil acogerse a pronósticos sobre el resultado de este proceso convencional en el que los roles de juez y parte parecen situados claramente de un mismo lado en la confrontación con quienes, con Guido Gómez Mazara a la cabeza, se han esforzado, con uñas y dientes, por reducir la desigualdad entre contendientes, logrando a mucha brega y por vías judiciales que aquellos que tienen la sartén por el mango suelten algo hoy y un poco después.

Desde el discurso de los débiles que ellos encarnan, lo que se ha dado a saber a la opinión pública es que la mecánica de la convención se caracteriza por amarres, exclusiones y ocultamientos aun cuando la oferta disidente del hijo de Maximiliano Gómez en busca de la presidencia del partido ha estado proclamando confianza en el triunfo. Visto desde fuera el curso de esta lucha intestina parece dirigirse a confirmar de nuevo lo que una y otra vez proclamó el que fuera líder máximo del partido blanco, José Francisco Peña Gómez: solo el PRD vence al PRD. El mensaje de este editorial pretende mover a unos y otros a la reflexión y motivarlos a la búsqueda de una coexistencia bajo la misma sigla.

 

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