El PRD, en pendiente enjabonada

El PRD, en pendiente enjabonada

El alto para la reflexión y la renovación que los perredeístas no pudieron hacer desde que el semáforo popular empezó a darle en rojo 20 meses antes de las elecciones tendrá que producirse ahora con urgencia si no quieren seguir resbalando por la pendiente enjabonada en que se encuentran.

Después de haber ganado ampliamente tres elecciones consecutivas, la derrota del pasado día 16 podría marcar el declive del partido democrático de más prolongada vigencia en la historia nacional, pero siempre incapaz de mantener la unidad y la coherencia en los tres períodos en que ha gobernado.

No solo fue la crisis económica el origen del pobre respaldo popular obtenido esta vez por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) sino también sus confrontaciones internas, asociación con el tráfico y la corrupción y la devaluación de la palabra del presidente Hipólito Mejía, quien peleó al mismo tiempo en múltiples frentes políticos.

[b]El PRD se autoderrota[/b]

Entre las frases que acuñó el líder perredeísta José Francisco Peña Gómez resalta aquella de que «sólo el PRD derrota al PRD» con la que él invocó innumerables veces la unidad de ese partido fundado en 1939 en el exilio de La Habana, Cuba, y el cual adquirió relieve masivo desde su llegada al país en julio de 1961, cinco semanas después del ajusticiamiento del tirano Rafael Leonidas Trujillo.

Ha sido el PRD el partido de la historia nacional de mayor mística y arraigo en los sectores populares, especialmente en la pequeña burguesía urbana y los obreros y pequeños empleados y chiriperos, con vocación para la disensión y la negación de la unanimidad autocrática, pero al mismo tiempo para la garata interminable y las divisiones.

Cuando el partido blanco llegó al país tras dos décadas de exilio, ya había sufrido varios desprendimientos que incluyeron a algunos de sus fundadores como Enrique Cotubanamá y Juan Isidro Jiménez Grullón.

De los tres dirigentes que aceptaron el desafío de instalarlo en el país cuando todavía las huestes militares trujillistas y los hijos del tirano encarnaban el poder Nicolás Silfa y Ramón Castillo constituyeron proyectos aparte en cuestión de meses. Y el tercero, Angel Miolán, entró en grave disensión con el líder Juan Bosch, tras su primera victoria electoral año y medio después.

Con el gobierno instaurado en febrero de 1963 se inicia el PRD en el poder, y casi de inmediato se enfrentaron sus principales dirigentes. Los enemigos externos que lo derribaron a los 7 meses fueron tan implacables que no dieron tiempo a que se estallaran las divergencias entre el presidente Juan Bosch y el partido, encarnado básicamente en Miolán. El mandatario llegó a ordenar que lo pusieran en receso y sus locales fueran convertidos en escuelas de alfabetización.

Al PRD le costó 15 años volver al poder, lo que concretó en 1978, tras haber protagonizado una insurrección militar popular que generó una invasión militar de Estados Unidos, y después de una larga resistencia a la casi dictadura de Balaguer a partir de 1966.

A partir de 1978 inició su más larga permanencia en el poder, cuando ganó dos elecciones consecutivas, con los presidentes Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco. Pero las divisiones internas fueron de los factores que contribuyeron a que perdiera el poder en 1986 para estar de nuevo 14 años en la oposición.

[b]1990: el peor momento[/b]

De las crisis por las que ha atravesado el partido blanco dos sacudieron sus estructuras, pero sólo una redujo considerablemente su caudal electoral. Muchos creyeron que el perredeísmo naufragaba cuando su primer gran líder, el profesor Juan Bosch, junto a los núcleos más selectos lo abandonó en noviembre de 1973, a medio año de una nueva reelección de Balaguer, para constituir el Partido de la Liberación Dominicana.

Pero ya hacía tiempo que Peña Gómez se venía constituyendo en un líder carismático que despertaba delirios en las masas populares y era capaz de movilizar las energías de los líderes y cuadros medios. Apenas meses después el PRD resurgía con fuerza para sacudir al balaguerismo en la campaña electoral de 1974, hasta el punto de que el régimen tuvo que desatar la mayor represión para contener la ofensiva electoral, forzando al perredeismo a un nuevo retiro de las urnas, como en 1970.

El mayor sacudimiento del PRD se produjo en el período l986 90 tras los 8 años de gobierno y merced a la confrontación protagonizada por Jacobo Majluta y sus seguidores con Peña Gómez, a quien reconocían como líder pero le disputaron en los peores términos la candidatura presidencial.

Cuando fue dividido a las elecciones de 1990, el PRD, aún con su máximo líder de candidato, sólo pudo obtener 444 mil 86 sufragios, equivalentes al 23 % del total válido. Majluta, quien se postuló por el nuevo Partido Revolucionario Independiente, apenas consiguió el 7 por ciento.

Pero el liderazgo de Peña Gómez todavía fue capaz de reconstituir el partido, devolviéndole parte de su mística, acentuando un discurso y un programa socialdemócrata y reunificándolo, para convertirlo de nuevo en opción de poder en los comicios de 1994 frustrada por el fraude electoral.

[b])Quién podrá salvarlo ahora?[/b]

Con un 33.65 % en los comicios recientes, incluyendo casi 3 % que le sumaron sus aliados, y con una reducción de más de 377 mil votos del caudal electoral que cosechó en el 2000, muchos se preguntan quién podrá ahora restaurar la unidad perredeista y recuperar sus antiguas energías y místicas aniquiladas en el poder.

En el actual liderazgo perredeista, encabezado por el presidente Hipólito Mejía y su grupo parece predominar la pugnacidad y la ofensiva, aún cuando acaban de ser barridos en una elección, teniendo en sus manos no sólo el poder Ejecutivo, sino también el Legislativo y el Municipal, y con obvias influencias en la Junta Central Electoral y la Suprema Corte de Justicia.

En vez de abrir un período de reflexión y reorganización para asimilar la derrota electoral, el grupo dominante ha iniciado purgas de quienes encarnaron la mayor resistencia al fracasado proyecto releeccionista que anuló uno de los símbolos del partido blanco. Cuando se le preguntó al agrónomo Mejía si el país no merecía siquiera una tregua de algunos días en los enfrentamientos, respondió que cuanto antes se hiciera, mejor.

Hay quienes entienden que Mejía y su grupo tratan de adelantarse al 16 de agosto, cuando el PRD quedará fuera del poder y habrá más condiciones objetivas para que le puedan facturar la derrota electoral.

Las confrontaciones del PPH son mayores con el sector de Hatuey de Camps, por haber sido el más beligerante en el rechazo al proyecto continuista. Pero al pretender mantener el control del partido está llamado a chocar con otros grupos que no se incorporaron a la campaña electoral y hasta con los de Milagros Ortiz Bosch, Rafael Suberví Bonilla y Ramón Alburquerque, que lo hicieron en diversos grados.

Con todo la táctica del PPH será ilusionar a los otros con un posible respaldo ante el hecho, que pronto será objeto de discusión, de que Hipólito Mejía no podría repostularse nuevamente a la presidencia. Pero habrá que esperar para medir la dimensión en que quedará erosionado el liderazgo de Mejía una vez que abandone el poder.

Varios de los líderes del PRD, como Milagros Ortiz Bosch, Hugo Tolentino y Virgilio Bello Rosa, han abogado por un período de renovación interna, que pasa inexorablemente por una elección de dirigentes, de abajo hacia arriba, lo que ese partido no ha podido hacer en más de una década. Y en las actuales circunstancias de pugnacidad será más difícil que pueda lograrlo sin sufrir mayores fracturas.

[b]Orígenes del rechazo al PRD[/b]

Por el peso que tiene lo económico, y dada la devaluación del peso en más de un 150 por ciento y la inflación del 70 por ciento en los últimos 18 meses, todos los analistas lo resaltan como el principal factor del descalabro electoral perredeista.

Sin embargo, hay que ponderar otros factores. De hecho la primera encuesta que arrojó al PRD al segundo lugar en las preferencias electorales fue la de Penn and Schoen a fines de agosto del 2002, cuando solo hacía tres meses de su última barrida electoral, publicada por El Caribe el 17 de septiembre siguiente.

Esa investigación le confirió 33 % al PLD y sólo 28 al PRD. La anterior de la misma firma, en febrero, le daba 37 % al PRD y 27 al PLD. En la de Hamilton para HOY de principios del mismo agosto, el PRD mantenía una cómoda ventaja de 40 a 24 % sobre el PLD y el reformismo registraba 21 %. Pero luego de agosto todas las encuestas acreditadas ratificaron el predominio del peledeismo, cada vez en mayor dimensión hasta la victoria del pasado día 16 con el 57 % del sufragio.

)Qué pasó entre la victoria perredeísta de mayo del 2002 y la primera encuesta que marcó el inicio de su declive a finales de agosto siguiente? Hasta ese mes la tasa cambiara apenas se había movido a 18 pesos por dólar y la inflación acumulada en los primeros 8 meses del año era de un ínfimo 4 %.

Los mayores acontecimientos en el interludio fueron la reforma constitucional hecha a contrapelo del resto de la sociedad, con evidente compra de votos, impuesta al propio partido de gobierno, para restablecer la reelección presidencial, y con el doble juego de que el presidente Mejía juraba que no optaría por ella.

Entre tanto en julio falleció el expresidente Joaquín Balaguer, lo que también pudo haber contribuido a restar protagonismo a un partido que había sido antibalaguerista, y a que muchos de los seguidores del caudillo empezaran a buscar refugio en el nuevo liderazgo encarnado en Leonel Fernández.

Para pocos analistas quedó dudas de que Mejía devaluó su palabra frente a la nación cuando aceptó la repostulación, después de haberla negado más de 40 veces. Su incontinencia verbal, que lo llevó a confrontaciones sistemáticas con dirigentes de los más diversos sectores políticos y sociales, empresariales y religiosos, de la sociedad civil y la comunicación le abrió demasiado enfrentamientos de los que no pudo escapar.

Por demás, para los comicios del 2002 ya el PRD rompió con una parte de sus aliados de la última década, y asumió un discurso contrario al que había prometido en el programa de «gobierno compartido», negándose el presidente a la menor renovación de los cuadros gubernamentales, en base a que los cargos eran «para los que se fajaron en la campaña». Y con una burda como desfasada imitación de Balaguer, Hipólito Mejía abonó la barrida de que fue víctima el pasado 16 de mayo.

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