El PRD en su torre de Babel

El PRD en su torre de Babel

Definitivamente, el Partido Revolucionario Dominicano, PRD, no sienta cabeza. Lejos de dar muestra de una madurez y sensatez que parece nunca alcanzará, cada día más se presenta como un partido donde cada quien habla una lengua y un lenguaje diferentes: no se entienden entre sí y cada vez es más difícil que se entienda lo que es.

No pueden entenderse entre sí, porque las diversas facciones que lo componen no tienen, ni quieren, mecanismos institucionales realmente democráticos que guíen los procesos de selección de las personas que ocuparían los principales puestos de dirección del partido ni de confección de las listas a los cargos electivos en las instituciones del Estado.

Generalmente esos procesos abortan de manera escandalosa, como ha sucedido en el actual proceso para elegir los cargos de presidente, secretario general, de organización y demás instancias de dirección de esa colectividad política, cuando una absurda “comisión” de más miembros 300 de los jefes de facciones ha decidido decretar la proclamación de su presidente y dejar sin efecto la escogencia de sus secretarios de organización, general y a otras instancias de dirección.

La constante, en la reciente historia de las luchas internas en los principales partidos dominicanos, es que las facciones más poderosas avasallan a sus contrarios sin que estos últimos hayan podido recuperarse del avasallamiento. Todos, salvo el caso de Hatuey Decamps, se han avenido a la ilusoria espera de “tiempos mejores” y han aceptado el hecho consumado, ninguno han sacado los dientes para luchar contra el atropello. Ninguno ha hecho uso de su fuerza para seguir su lucha por lo que consideran sus derechos y otros han aceptado la humillación, transándose por un puesto para colocar a sus conmilitones en la nómina del Estado o una cantidad de dinero para pagar los reales y/o supuestos gastos en las campañas de promoción a un determinado cargo electivo. 

En el presente caso, uno de los avasallados, Guido Gómez, denuncia una conspiración para impedirle que ocupe la secretaría general de su partido y con ello cualquier otra aspiración futura. Le quedan dos caminos: uno es la transacción de hecho, justificada por la “espera de su tiempo”, una esperanza que nunca dará frutos y el otro es sacar sus dientes, apelando a la fuerza que dice tener y contemplar todos los escenarios de lucha, sin excluir la ruptura.

Sin embargo, una ruptura por una posposición de un proceso electoral y simplemente porque “se conspira contra él” no lo conducirá a ninguna parte. Las rupturas, para que sean políticamente rentables deben hacerse con un discurso articulado, con ideas y propuestas de cambio social claramente diferentes a la de sus partidos y hasta ahora ninguno de los avasallados, tanto en el PRD como en el PLD lo ha hecho, por eso son esencialmente muertos políticos.

En política, las rupturas son inevitables cuando en los partidos no hay formas de conciliar posiciones, cuando el entendimiento no es posible porque las discusiones discurren como si estos fuesen una torre de Babel.

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