Del 1961 a la fecha, el Partido Revolucionario Dominicano, PRD, ha sido la organización política más importante del país. Sin embargo, es generalizada la percepción en vastos sectores de la sociedad de que su inveterada tendencia hacia la autodestrucción y a los pleitos entre sus dirigentes lo inhabilitan para hacer un buen gobierno: la crisis de dirección en que se encuentra sumido actualmente y la pésima gestión del equipo del presente gobierno, comenzando por su presidente, parecen darle la razón a quienes sinceramente tienen esa percepción y a quienes con perversos fines la han alimentado y difundido.
La crisis económica y social por la que atravesamos ha sido generada por varios factores, pero la lucha interna en el PRD, tanto en su forma como en su contenido, se ha constituido en el factor fundamental de esta y el elemento más perturbador del presente e inmediato futuro del país. Los problemas de ese partido no solamente van hipotecando su futuro, sino que involucra, contamina y subvierte aún más a instituciones claves del Estado para el discurrir del sistema, vale decir el Congreso, la Junta Central Electoral, la Suprema Corte de Justicia y el Poder Ejecutivo.
De una u otra manera, todas las facciones en pugnas han querido utilizar esas instituciones para dirimir sus problemas. Es el caso del intento de hacer pasar una modificación de la Constitución de la República para que los sectores que encabezan Hipólito Mejía, Milagros Ortiz, Fello Suberví y Emmanuel Esquea puedan superar su incapacidad de resolver institucionalmente la escogencia de la candidatura del partido para las próximas elecciones.
La discusión sobre el carácter constitucional o no de la llamada Ley de Voto Preferencial es importante, pero el recurso a tan peligrosa y abusiva iniciativa y el tremendismo verbal y amenaza de parte Suberví y Mejía de que el «poder es para utilizarlo», desde el punto de vista político e institucional, constituyen los aspectos más escandalosos de esta lucha de facciones, de la ceguera política de los unos y la ambición e irresponsabilidad de los otros al interior del PRD, circunstancia esta que da razones para que diga que este partido una vez el poder potencia todas sus contradicciones y debilidades.
Otro aspecto decepcionante de la infeliz iniciativa de modificación de la Constitución y de la Ley Electoral, y numerosos reglamentos de esta última, para resolver los particulares problemas del PRD, es que la misma haya sido defendida por dirigentes del talante de Emmanuel Esquea y Milagros Ortiz. Decepciona, porque con esa actitud rompen una tradición de coherencia política e hipotecan su bien ganada imagen de dirigentes serios, independientemente al hecho de que en su lucha contra el reeleccionismo a los dos les ha faltado el necesario valor y lucidez para decidirse por una ruptura tajante y definitiva con el continuismo del presidente Mejía y su grupo.
Esos dos dirigentes tuvieron un buen desempeño durante los primeros meses de su puja por impedir la repostulación del presidente Mejía, pero fueron prisioneros de la esperanza de que al final este se retiraría, esperanza esta que no estuvo exenta de ingenuidad y de visión sobre cómo labrar el futuro de ambos. Enmarañados en la duda de sus posibilidades electorales sin apoyo de Hipólito, tanto de su gente como de sus recursos, no reaccionaron con la ruptura definitiva cuando se retiraron de la primera convocatoria de convención diciembre pasado, ante la evidencia de que este no para mientes en su desaforado y atropellante proyecto continuista.
El error de apoyar la infeliz iniciativa llamada Ley de Voto Preferencial, quizás sea más grave que el arriba referido, pues este lo sitúa de frente y en contra de importantes sectores que siempre han identificado en ambos posiciones de principios y respeto a determinados valores de la practica política. Esa circunstancia, más la situación creada con la celebración de llamada convención del 20 de enero les cierra, de mala manera, toda posibilidad de ser candidatos a la presidencia, por lo menos en la presente coyuntura. El precio a pagar por ese error será muy alto y, en caso de Milagros, solamente con una neta ruptura con el Presidente y su grupo, además de un diseño de un proyecto político que por su contenido, de nuevo la relacione con sectores que al igual ella tienen un pasado y sensibilidad social y progresista, podría mantener sus aspiraciones presidenciales de cara al futuro.
El descrédito de este gobierno, de su presidente y el PRD ha generado una de esas situaciones en las sociedades que se pueden llamar de subjetividad conservadora, la cual se expresa en un generalizado rechazo al actual estado de cosas, determinando que la gente manifieste un deseo casi obsesivo de cambio, no importa el signo, inclinando su preferencia por un cambio de figuras o partidos que le ofrezcan orden, sobre todo cuando de ese partido o figura existe una referencia (real o falsa) de orden o seguridad. Ese, entre otros factores es lo que hace casi inevitable el triunfo del Partido de la Liberación Dominicana en los venideros comicios.
Esa circunstancia, originada y potenciada por la manera en cómo se ha conducido el presidente Mejía en su proyecto reeleccionista y la naturaleza de la lucha interna en el PRD, determina que sean escasas o nulas las posibilidades de éxito de cualquiera que sea su candidato y que lo más conveniente para todos quienes adversan a Mejía sea dejar que este se presente a una muerte segura. Así salen definitivamente no sólo de él sino de su grupo, pues fuera el poder, el PPH comenzará su desaparición.
La crisis de ese partido es perturbadora para el futuro del país, no porque su división sea de difícil recomposición, sino porque tenemos al frente de la conducción del estado un presidente que ha dado muestra de no detenerse ante nada y con una tendencia hacia el tremendismo. Lo único que nos puede tranquilizar es que el contexto nacional e internacional no es propicio para aventuras desconocedoras de la formalidad democrática, como son el funcionamiento de instituciones políticas claves de la democracia representativa, vale decir, el congreso, y el sistema electoral de partidos competitivos.
La mortal herida del PRD, y de muchos de sus dirigentes, podrá acarrearnos peligrosos sobresaltos, pero a pesar de que este año podría ser un año de limbo económico y político y a pesar de los escándalos y bochornos a que nos someten importantes sectores de la clase política, esta sociedad aún tiene suficiente fuerza interna para sobreponerse y construir una alternativa que nos saque del atolladero.