El PRD, un gigante con cabeza de barro

El PRD, un gigante con cabeza de barro

 CÉSAR PÉREZ
El Partido Revolucionario Dominicano, PRD, vive la traumática experiencia de salir derrotado de unos comicios electorales presidenciales, luego de un proceso interno para elegir su candidato para eso comicios, que por la forma en este se desarrolló y por los desaciertos e inconsistencia de unos y la incompetencia (disfrazada de firmeza) de otros, salió pulverizado el futuro político de todos los jefes de grupo de ese partido. Su reciente Convención, que en términos institucionales puede ser la más importante de su historia, puede ser su última oportunidad para darse una dirección digna de ese nombre.

En general, los análisis sobre el significado del PRD, en tanto colectividad social y política, en tanto partido político y sobre sus actitudes y comportamiento en sus ejercicios del poder y de oposición, se limitan en destacar su inveterada tendencia a la pendencia interna que con tanto ruido protagonizan sus jefes de facciones, y en destacar la manera generalmente errática en que este partido ha manejado algunas coyunturas políticas claves del país.

Sería muy útil, para un objetivo conocimiento del tema, conocer el papel de los grandes líderes de esos partidos en esas coyunturas y el impacto que para el futuro tanto de ese partido, como para país ha tenido las posiciones de estos en esas coyunturas. Ello así, porque en el análisis de la dinámica cómo se producen los hechos políticos resulta de mucha utilidad estudiar el contexto o trama social en que estos se desarrollan, siendo igualmente básico conocer el rol de las personalidades claves que protagonizan esos hechos.

La forma en que estas personalidades encararon los principales episodios del proceso, sus estilos de conducción, sus relaciones con los actores principales de los procesos, entre otros, determinan no solamente el curso de los hechos, sino el que tomen las organizaciones de las cuales estas personalidades dirigen.  En el caso que nos ocupa es importante tratar de tener conocimiento sobre la influencia que habrán podido tener en la cultura comportamiento político de ese partido las limitaciones, los conflictos y dilemas de sus dos más grandes líderes: Juan Bosch y J.F. Peña Gómez.

Juan Bochs, su primer gran líder, estuvo ausente en los meses de la llegada de este partido al país a raíz del ajusticiamiento de Trujillo, también en los primeros meses de la insurrección que se hizo para reconducirlo a poder y en los primeros y más intensos años de resistencia a los doce años de Balaguer y de ocupación norteamericana en el país.  Fueron momentos claves en la historia política del país en la que ese no tuvo al frente su principal dirigente y sería importante establecer sus consecuencias que esto habrá tenido en su historia.

Peña Gómez, que lo sucedió como líder en 1973, asumió, interiorizándolos, los límites a su poder y liderazgo que le establecieron los poderes fácticos e institucionalizados dentro y fuera de su partido, por sus condiciones étnicas y sociales y propició la organización de las facciones alrededor liderazgos menores que él. Estos lo aceptaron como el gran líder del partido hasta que se decidió a pretender la nominación de candidato presidencial de su partido. Todos sabemos las consecuencias que para el PRD han tenido las facciones organizadas.

Ninguno de los dos, por razones diversas, lograron darle una dirección racional e institucional a esa colectividad política. La complejidad de la personalidad de los dos, el gran carisma de que ambos y el contexto en discurrió sus liderazgos determinó la construcción de un partido, con una sólida y amplísima base, pero de cuestionables cabezas en la conducción del mismo. Eso explica, en parte, que una vez desaparecido Peña Gómez ese partido haya tenido como figura de mayor poder en su interior a  un dirigente que como Hipólito Mejía, (en cierta medida aupado por aquel), sin tradición de lucha partidaria y por lo tanto, el jefe de la facción de menor apego a la tradición e historia de ese partido. 

Explica también el hecho de que, a pesar del carácter efímero del liderazgo de Hipólito, no tiene ninguna figura que se pueda constituir en el punto de referencia para su renovación, eso es una debilidad, pero paradójicamente, quizás constituya una oportunidad para poder recomponer un nuevo liderazgo y una nueva dirección que posea la racionalidad que la personalidad de sus principales dirigentes le impidieron que tuviera y que hicieron de esa organización un gigante con cabeza de barro.

La mejor y  única posibilidad que tienen los principales dirigentes de ese partido para recomponerlo es la producción de un milagro: un acuerdo de todos los jefes de tendencias mediante el cual todos renuncian a sus aspiraciones presidenciales, renuevan las estructuras partidarias con dirigentes de otra generación y se inventan, para decirlo de esa manera, una o dos figuras modernas y las proyecten como nuevos líderes y eventualmente, como futuros candidatos presidenciales o presidenciables.

De igual manera, los jefes de tendencias no vinculados a los actos de corrupción del anterior gobierno tienen que desmarcarse de aquellos jefes vinculados sí realmente asociados de una u otra manera con los actos de corrupción cometidos durante el pasado gobierno del PRD.

Tal vez, de esa manera se prolongue la vida de una colectividad que ha sido determinante en la construcción de la democracia dominicana, a pesar de todos epítetos que se le endilgan, aviesos, inmerecidos y merecidos.  Para muchos esto es imposible, pero si sucediese no sería la única vez que un partido fuertemente erosionado por un ejercicio del poder altamente clientelar y corrupto, dado su profunda impronta en la historia de un determinado país, logra recuperar una subjetividad que lo relanza políticamente. Quiérase o no eso es posible.

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