El PRD y la reelección

El PRD y la reelección

Fue una derrota anunciada la sufrida por el sector pepeachista del oficialista Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en las elecciones celebradas el pasado 16 de mayo.

Lo fue porque días antes de la celebración de esos comicios los resultados de las encuestas a cargo de acreditadas firmas internacionales de sondeo de opinión pública coincidieron en dar como ganador en la primera vuelta, con una ventaja de más de veinte puntos porcentuales, al doctor Leonel Fernández Reyna, candidato a la Presidencia de la República por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y así ocurrió.

Además de los partidos políticos de oposición y del sector del PRD que lidera Hatuey Decamps, la mayoría de las agrupaciones comunitarias, empresariales, profesionales, artísticas y culturales del país se había manifestado en contra de la reelección. También, la Conferencia del Episcopado Dominicano, a través de Su Eminencia Reverendísima Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, había hecho pública su oposición a que el agrónomo Hipólito Mejía permaneciera en el poder más allá del 16 de agosto del año en curso. Incluso, el Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo llegó a advertirle al presidente Mejía que la reelección le haría daño a él, a su familia y al país.

Diplomáticos acreditados en Santo Domingo no cesaron de demandar de los jueves de la Junta Central Electoral la organización de un proceso comicial limpio y transparente donde las malas artes no tuvieran lugar, lo que en el fondo no era más que una manera de oponerse a las pretensiones continuistas del presidente Mejía.

Los dirigentes de Participación Ciudadana trabajaron con mucha dedicación y eficiencia en aquello de impedirles a los del PPH que dispusieran de instrumentos y de medios con que falsear o alterar los resultados del proceso electoral.

Teniendo todas esas fuerzas políticas y todos esos poderes fácticos en contra, ¿con qué contaba el mandatario para continuar en el poder por 4 años más?

Como parte de su estrategia reeleccionista, el presidente Mejía cometió el despropósito de enviar tropas dominicanas a sumarse a la aventura guerrera de Irak. También, firmó, en tiempo record, un Acuerdo de Libre Comercio (TLC) con el gobierno de George W. Bush, que no es más que una adhesión simple al Tratado de Libre Comercio que ya había suscrito el gobierno norteamericano con los gobiernos de los países centroamericanos.

El presidente Mejía pudo haber aprovechado la crisis generada por la quiebra del Banco Intercontinental, del Banco de Crédito y del Banco Panamericano para renunciar a la idea de permanecer en el poder por 4 años más; pudo aprovechar esa calamidad para despedir a sus funcionarios del área económica e integrar caras nuevas a su gabinete; pudo cumplir con las exigencias del Fondo Monetario Internacional; y, como corolario de todas esas medidas, el presidente Mejía pudo haber propiciado un proceso electoral menos traumático donde él no fuera parte del conflicto sino un ente de solución y de equilibrio. Si así lo hubiese hecho la crisis económica que hoy nos afecta estuviese en vía de ser conjurada.

Pero, lo que el presidente Mejía hizo fue mantener en sus cargos a funcionarios ineptos, a tiempo en que demandaba la asistencia técnica y financiera del Fondo Monetario Internacional no para comenzar a solucionar la crisis sino para disponer de más fondos para su campaña reeleccionista.

El optimismo irracional del presidente Mejía a lo largo de toda la campaña electoral y su manifiesta y reiterada fe en la victoria llenaron de asombros a los observadores y de preocupaciones a sus opositores políticos quienes, recordando las tropelías cometidas por los del PPH en las elecciones congresionales y municipales del 2002, no cesaban de preguntarse: ¿qué tendrá este hombre entre manos?

Días antes de la celebración de las elecciones, un delegado del PPH ante la Junta Central Electoral fue sorprendido con las manos en la masa tratando de obtener, al amparo de las sombras, una copia del padrón electoral, lo que motivó que las pruebas de bondad del proceso comicial tuvieran que repetirse.

El mismo día de las elecciones, algunas emisoras de radio y canales de televisión de los que estaban bajo el control del gobierno continuaron trasmitiendo propagandas a favor de la candidatura del presidente Mejía en franca violación a la Ley Electoral.

Todavía no sabemos qué ocurrió la noche del 16 de mayo que diera motivo a que el monseñor Agripino Núñez Collado, haciéndose acompañar de diplomáticos y representantes de organismos internacionales, se dirigiera al país desde la Sede de la Junta Central Electoral para exigirles a los oficialistas que respetaran la voluntad popular. Algo grave tuvo que haber ocurrido para que un hecho tan insólito como ése pudiera tener lugar.

Los pepeachistas fueron finalmente descaperuzados. Alrededor de ellos, el 16 de mayo ocurrió la de acabóse. Ese día, el presidente Mejía vio como naufragaron sus locas pretensiones de permanecer en el poder.

El mandatario reeleccionista tuvo que admitir su derrota cuando la Junta Central Electoral apenas había dado a conocer los primeros resultados. Hipólito Mejía sufrió una derrota vergonzante: Leonel Fernández lo venció con una ventaja de más de 800 mil votos.

Como señalábamos en la entrega anterior, el presidente Mejía dividió el PRD y, de paso, empañó el liderazgo emergente de esa otrora combativa agrupación política.

El presidente Mejía es el principal responsable de que el país se encuentre hoy en un callejón sin salida. También de los prolongados y fatídicos apagones; del alto costo de los alimentos; de la falta de medicinas y de cuidados médicos en los hospitales públicos; y de otros males que afectan a la gran mayoría de los dominicanos. Lo que es peor, el mandatario no se ha dado cuenta del daño que le ocasionó a este desventurado país su fallido intento de reelegirse. Por ello, suele vérsele en horas laborables, paseando por las avenidas, visitando sus amigos y frecuentando lugares públicos como si nada estuviera pasando en este desventurado país. Volveremos sobre el tema.

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