El diputado Fidelio Despradel Roques (Alianza País-DN), ha asumido otro de los nobles gestos de su accionar como hombre público, ciudadano intachable, revolucionario sin asueto, al renunciar a los corruptos privilegios de un sistema político corrupto de gobernar, de exoneraciones, y fétidos barrilitos, atascados de podredumbres.
Reitera Fidelio con su accionar la prédica que ha asumido siempre desde su primera juventud, acompañando a Manolo Tavárez Justo en sus inicios de la política, en la aventura quijotesca de Las Manaclas, en el adoctrinamiento campesino in situ, con el fusil terciado en defensa de la soberanía conculcada, uniforme verde oliva, como lo vi en la guerra patria de abril 1965.
Coherente siempre, honesto a carta cabal siempre, idealista pero incorruptible, clonación caribeña de Maximiliano Robespierre, aquel esmirriado jurista cuyo voto determinó la decapitación del rey Luis XVI de Francia, a su vez, guillotinado por el Terror de la revolución francesa.
Es posible disentir, la mayor herencia del magnicidio del 30-05-61, con Fidelio, pero nunca cuestionar la cofia de su honestidad, bondad y permanente actitud de ofrecerlo todo a cambio de obtener los mayores beneficios colectivos.
Su precaria historia económica es testigo de una vida consagrada a servir al próximo, velar por los intereses supremos de todos, preservar la precaria soberanía que la desmesurada presencia consentida de haitianos, peligra, que no pocas veces me sumergen en la encrucijada conceptual de si no fuera comunicador y escritor, decantarme por ser como Fidelio.
Su renuncia a los corruptos privilegios congresuales surtirán nulos efectos en una sociedad corrompida, que sin dudas, marcarán un precedente, un antes y un después congresual, que absolverán a los que hollen las huellas de Fidelio, o vuelvan la cara para convertirse en estatuas de estiércol, no de sal, como Lot.