El precio de la oportunidad – II Parte

El precio de la oportunidad – II Parte

En mi artículo anterior, publicado el pasado viernes en este periódico, bajo el mismo título, resaltamos que la oportunidad, como ocasión única que nos ofrece el destino, no tiene precio. Que por ello hay que saberla aprovechar, importando el momento y las circunstancias en que aparece y sobretodo el motivo o causa que nos induce. Ejemplo de sabiduría, Juan Bosch que subió al solio presidencial y bajo de él engrandecido, respetado y amado por su pueblo; Ejemplo de sabiduría zorruna, Joaquín Balaguer, capaz de sacrificarlo todo, menos su ambición de poder. Falto de visión, Hipólito. Buscando la reelección faltó a su palabra y modificó la Constitución para desgracia suya y de su partido en desbandada, dándole oportunidad de volver a su rival. Y ese gobernante joven, deslumbrado por el poder y la riqueza acumulada no supo qué hacer con ella para perderse.

Danilo Medina, nuestro actual Presidente, no la desperdicia. Nadie puede regatearle que es un político sagaz, un maniobrero de la política criolla. Años atrás, en una entrevista, se definió como un hombre pragmático; y no ha dejado de serlo: sabe callar y sabe actuar a su conveniencia, aprovechando tácticamente cada momento preciso. Dejó pasar en silencio los ocho años de magnificencia y corrupción, sin mover un dedo pero no olvidó la traición: “El Estado me venció.” Alcanzado el poder, se armó para la lucha solapadamente, con las mismas armas, para darle el golpe de gracia al jefe de su partido. Y le cerró la puerta a malos vientos agoreros con una sonrisa de complacencia y complicidad: La tecla corporativa de la corrupción y la impunidad, esa no será jamás tocada por la justicia.

En cambio, con poca cosa ha hecho cosas buenas. Hizo que su figura humilde, incolora, se torne mesiánica, carismática, rodeado de multitudes “sorprendidas” que le ven llegar sin escolta a pueblos y campos olvidados, en mangas de camisa, mezclado con gente humilde y sana que nunca había estrechado la mano de un presidente. Ha colmado de aulas y escuelas el país entero con ese bendito 4% producirá más votos en su haber que la multimillonaria suma invertida y los pagos adeudados a ingenieros y contratistas.

Su nombre aparece en todas partes unido a buenas noticias, ganando prestigio y simpatía. Basta ver las encuestas. Leer los editoriales.

La oposición se encuentra confundida y dispersa, mientras el 16 de mayo se acerca y el triunfo se asegura. Y eso es lo primordial, lo que importa. Se dirá y se podrá decir que las visitas sorpresas han sido un fiasco, que existen protestas e inconformidades por doquier, que la educación no se resuelve con solo aulas y escuelas inauguradas, que a hospitales remodelados con sumas sospechosas les hace falta de todo, que la salud empeora sin previsión, que médicos, maestros, policías, se quejan de bajos sueldos, que la inseguridad ciudadana y el tránsito es un solo caos. Todo eso es cierto. Pero yo soy un hombre pragmático, honesto. Hago lo que me conviene en el momento preciso. Nadie podrá decir que nada de lo prometido se ha hecho, pero no todo se puede hacer.

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