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El Partido Revolucionario Dominicano nació en 1939 para luchar contra la tiranía y el atraso económico y social. Desde entonces libró mil un batallas por la libertad, la paz y la democracia dominicanas, a costa de muchos sacrificios y mártires. Ahora está enfrentando el más crucial de sus retos: sobrevivir, no obstante su probada popularidad, del doble ataque desde adentro y desde el Estado hegemónico dirigido por el PLD.
Sin duda esta crisis ha sido en parte generada por el abandono por muchos de los principios y la solidaridad partidarias; la búsqueda afanosa de ventajas y popularidad fácil; y la falta de perseverancia en políticas públicas capaces de superar el subdesarrollo en todos los órdenes.
Pero el PRD ha sido el principal actor de la democracia y del establecimiento de una cultura de convivencia política y social, como lo testimonian los cuatro gobiernos que encabezó en los años 1962, 1978, 1982 y 2000.
Calificar a la generación que protagonizó tantas jornadas democráticas de fallidas, quizás porque no se enriqueció obscenamente como los personeros de los gobiernos que le antecedieron y sucedieron, por algún sujeto que solo hace declaraciones altisonantes, con garantías ciudadanas que no han utilizado en favor de los intereses populares, es una pura necedad.
La clave para superar la actual crisis del PRD no es otra que permitir que funcione la democracia interna sin interferencias ni el cohecho de las Altas Cortes, la policía y la parafernalia estatal peledeísta, con sus organismos colegiados: la Comisión Política, el CEN, el Congreso partidario y una Convención Nacional de Delegados libremente electos por las bases del partido, sin cordones policiales ni señalados de dedo por caudillos y aspirantes a caudillos.
Si alguna duda cabía acerca de quiénes representan al verdadero PRD en la pugna por su control, la grotesca represión policial impulsada por el grupo que ejerce control militar sobre el local nacional, contra el sector que reivindica las resoluciones del Congreso Peña Gómez por la unidad y la renovación, para elegir una nueva dirección como señalan los estatutos del partido, deja clara la situación.
Pero por encima de esos incidentes lamentables, el partido debe abrirse a nuevas opciones que sean capaces de nutrirse de todos aquellos que tengan algo que ofrecer a la renovación política y moral del pueblo dominicano.
Los que vamos reduciendo nuestra presencia por razones cronológicas, tenemos el deber de continuar la lucha para que el PRD no sea secuestrado por quienes abandonan su compromiso con la democracia, el progreso y la igualdad social para sacar a los peones del despotismo peledeísta.
Ese es el precio de la unidad real o la democracia.
Ahora, con la adulteración flagrante documentada de las listas de miembros de la Comisión Política y del Comité Ejecutivo Nacional, por parte del grupo de tránsfugas y oportunistas que encabeza Miguel Vargas, el país y la comunidad internacional habrán de condenar este atentado contra la democracia, que deberá ser descalificada, al igual que los funcionarios y jueces electorales que cometen prevaricación asociándose a esa trama vergonzosa contra la vida pública dominicana por la corporación político-económica del PLD, que es el verdadero responsable de la crisis del PRD.