El precio de los errores

El precio de los errores

MARIÉN ARISTY CAPITÁN
Era una noche estrellada. La luna sonreía, tranquila, y él se asomaba por su terraza. Entonces la vio. Indefensa, triste y hambrienta. Era una perra, de mediana edad, que le miraba con ojos coquetos, suplicantes, pidiéndole un poco de compasión y consuelo. ¿La respuesta? Le tiró el trozo de pan que tenía en las manos.

Día tras día la perra regresó. Lasciva, ella lo miraba desde abajo como si quisiera decirle que estaba dispuesta a todo por él. Así, graciosa, mostraba que estaba dispuesta a todo con tal de sobrevivir. Un buen día, sin embargo, él se cansó, dejó de tirarle comida y la invitó a marchar: no estaba dispuesto a esclavizarse por un animal.

Cuando escuché esta historia me pareció intrascendente. Con los días, aunque no pensaba en esa perra que finalmente se fue en búsqueda de otra persona que le ayudara a vivir, entendí que guardaba mucha relación con nuestra sociedad y nuestro pasado.

Por ejemplo, aunque no me guste hablar de ellos como si ignorándolos evitara darles vigencia, imaginarme aquella escena trajo a mi memoria nombres como el de Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer, ambos en boga en estos instantes por la “triste” película La fiesta del chivo.

Así como la perra se afanaba en congraciarse con su dueño de turno, los abuelos, padres, tíos, primos… de muchos de nosotros se arrodillaron frente a Trujillo y Balaguer. El pueblo, en sentido general, dejó de mirar lo que ellos representaban con tal de tener un cierto bienestar social.

El precio fue alto. La libertad, la vida, la dignidad y hasta el pensamiento eran bienes de lujo que nadie podía preservar. O estabas con ellos o te fregabas (para decirlo de una forma bonita).

Fue mucha la sangre que hubo que derramar para dejar de “comer” de la mano de estos dos hombres. Bien lo saben los familiares de todos los que dejaron sus vidas con tal de salvarnos.

Pese a ellos, sin embargo, Balaguer regresó. Todo a causa de un mal gobierno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), un gobierno que siempre se ha caracterizado por aumentar la inflación, elevar el gasto corriente del Estado y endeudarse, por sólo decir algunas cosas.

La gente, entonces, aseguraba que para “inventar” de nuevo era mejor quedarse con Balaguer, quien al menos mantenía la economía con cierta estabilidad. De esta forma el doctor no sólo gobernó diez años más: se reivindicó con la historia.

De esa misma forma el presidente Leonel Fernández ha logrado hacerse grande. Aunque su primer gobierno tuvo muchas fallas, nada es comparable con el infierno que nos hizo vivir Hipólito Mejía.

Amén de que se escudara tras la excusa de la guerra de Irak y el precio del crudo de petróleo, Mejía no sólo destrozó nuestra economía: desinstitucionalizó el país, logrando que la olvidada costumbre de la “búsqueda” regresara de la mano de los compañeritos del partido.

El error de votar por él nos salió. Ahora, al ver los resultados de la última encuesta de nuestro periódico, vemos que finalmente estamos aprendiendo la lección y nos estamos dando cuenta de que las estupideces que cometemos en las urnas se pagan de la peor manera.

Vale ver que el 80.4 de los ciudadanos desaprueba que se haga una reforma constitucional que le permita a Hipólito postularse y que 55.4% de los electores está de acuerdo con una nueva candidatura de Leonel, quien goza del visto bueno de la mayor parte de los ciudadanos: un 73.3% lo valora positivamente. La cifra de Mejía es parecida a la de Leonel pero en sentido contrario: el 72.3% lo valora negativamente.

Los números no llaman a engaño. Hemos visto que no se puede comer de cualquier mano. No importa si es un trozo de pan o un bistec. Hay que pensarlo muy bien, antes de dejarnos convencer por las miles de promesas que nos hacen nuestros políticos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas